Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.
Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así, saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban:
– ¡No nos dejes hermana, vuelve y dinos cómo podremos beber agua sin peligro!
Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:
– Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo.
Por lo general, los fanfarrones siempre están al alcance del peligro.
Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Pescaba un pescador en un río, atravesándolo con su red de una a otra orilla; luego, con una piedra atada al extremo de una cuerda de lino, agitaba el agua para que los peces, aturdidos, cayeran al huir entre las mallas de la red. Viole proceder así un vecino y le reprochó el revolver el río, obligándoles a beber el agua turbia; más él respondió:
-¡Si no revuelvo el río, tendré que morirme de hambre!
Igual sucede con las naciones: cuanta más discordia siembren los agitadores entre la gente, mayor será el provecho que obtendrán.
Forma siempre tu propia opinión y no vayas a donde te quieran empujar otros sin que lo hayas razonado.
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