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Etiqueta: niñas

Blancanieves
Érase una vez una hermosa reina que deseaba ardientemente la llegada de una niña. Un día que se encontraba sentada junto a la ventana en su aro de ébano, se pico el dedo con la aguja, y pequeñas gotas de sangre cayeron sobre la nieve acumulada en el antepecho de la ventana. La reina contempló el contraste de la sangre roja sobre la nieve blanca y suspiro.

-¡Como quisiera tener una hija que tuviera la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro como el ébano!

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Jesús, el dulce, viene… (poema)
Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!

De Juan Ramón Jiménez.

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Los Reyes Magos
No olvidaré jamás aquella mañana del seis de enero; hacía pocos días había cumplido mis primeros sesenta y un años. Durante la noche anterior un sueño extraño llenó mi corazón de dudas. Por eso me levanté muy temprano, no podía seguir durmiendo, algunas lágrimas mostraban mi tristeza.

Me senté en el borde de la cama y seguí llorando, mientras recordaba al duende que en mis sueños me había dicho algo que yo no podía creer… por eso mi llanto y mi tristeza esa mañana del seis de enero.

Con su chillona voz de duende había dicho: «Me extraña que a tu edad no lo sepas: los Reyes Magos no existen, son los adultos, generalmente los padres, los que compran los regalos».

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Nochebuena
Marina y Carlitos habían decidido sumarse al festejo que estaban preparando los otros chicos del barrio para las próximas fiestas.

Iban a reunirse después de las doce, en Nochebuena, para armar un gran muñeco entre todos, encenderían cohetes y cañitas voladoras y bailarían alrededor.

Por eso, al regresar del colegio, le pidieron dinero al papá para comprar lo necesario para el festejo.

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El pino
Allá lejos en el bosque había un pino: ¡qué pequeño y qué bonito era! Tenía un buen sitio donde crecer y todo el aire y la luz que quería, y estaba además acompañado por otros camaradas mayores que él, tantos pinos como abetos. ¡Pero se empeñaba en crecer con tan apasionada prisa!

No prestaba la menor atención al sol ni a la dulzura del aire, ni ponía interés en los niños campesinos que pasaban charlando por el sendero cuando salían a recoger frutillas.

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