Una cabra y un asno comían al mismo tiempo en el establo.
La cabra empezó a envidiar al asno porque creía que él estaba mejor alimentado, y le dijo:
– Entre la noria y la carga, tu vida sí que es un tormento inacabable. Finge un ataque y déjate caer en un foso para que te den unas vacaciones.
Una alondra moñuda cayó en una trampa y se dijo suspirando:
– ¡Desgraciada alondra! A nadie has robado ni oro ni plata, ni cosa valiosa alguna; llevarse un insignificante granito de trigo ajeno será la causa de tu muerte.
Nunca te expongas a un gran peligro por un mezquino beneficio.
Viendo una estatua de Zeus, preguntó cuánto valía.
– Un dracma -le respondieron-.
Sonrió y volvió a preguntar:
En el reino de los montes regios donde sobresalen hermosos paisajes de montaña y verdes praderas, se encuentra una pequeña villa, ahí entre casas antiguas y caminos sinuosos emerge un gran castillo custodiado por una fiera mitad perro y mitad lobo, es el mas fiel guardián que protege la entrada y aleja a los animales salvajes que en ocasiones bajan de la sierra en busca de alimento y agua.
Categoría:Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles
La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:
– Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.
Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.
Las personas de poca importancia pueden pasar desapercibidas sin problema, pero las de mucha fama no se escapan del juicio de sus semejantes.
Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.
Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.
Preparó un hombre una cena en honor de uno de sus amigos y de sus familiares. Y su perro invitó también a otro perro amigo.
– Ven a cenar a mi casa conmigo -le dijo-.
Y llegó el perro invitado lleno de alegría. Se detuvo a contemplar el gran festín, diciéndose a sí mismo:
– !Qué suerte tan inesperada! Tendré comida para hartarme y no pasaré hambre por varios días.
Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.
Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.
Un amigo que estaba cerca le dijo: – Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.
Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te puedes quedar sin nada.