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Etiqueta: juvenil

El bebe cerdito
¿Te gustaría que te cuente la visita de Alicia a la Duquesa? Puedes creerme que fue una visita de lo más importante.

Naturalmente, Alicia empezó por llamar a la puerta: pero no apareció nadie, y tuvo que abrirla ella misma.

Ahora, si miras el dibujo, verás exactamente lo mismo que vio Alicia al entrar.

La puerta conducía directamente a la cocina. La Duquesa estaba sentada en el centro de la habitación, cuidando al Bebé. El Bebé berreaba. La sopa hervía. La Cocinera estaba removiendo la sopa. El Gato –era un Gato de Cheshire– sonreía, como lo hacen siempre los gatos de Cheshire. Todas estas cosas estaban ocurriendo en el momento en que Alicia entró.

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La blanca gaviota y el travieso sol
Érase una bella gaviota tan blanca, pero tan blanca, que al pasar por una nube no se veía, porque se confundía con el color de las nubes.

Todas las mañanas al despertarse, salía volando en dirección al Sol, buscando nuevas aventuras. Ella sabía que en la mañana el Sol salía por el Oriente, y que si volaba hacia él, iría alejándose de su casa. También sabía que por las tardes el Sol se ponía por el Occidente, y que si se dirigía hacia él, iría a su casa. Por esta razón nuestra amiga jamás se perdía.

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La batalla final
Por la noche, después de recoger los restos de la cena, no había nada que nos gustase más a los niños que sentarnos alrededor del fuego mientras Padre nos contaba una historia.

Dirás que suena ridículo, o anticuado, con todos los medios de entretenimiento modernos que existen, pero ¿te olvidas de ello si yo sonrío indulgentemente?

Tengo dieciocho años y, de muchas variadas formas, he dejado algunas niñadas detrás mío. Pero Padre es un orador y su voz despide un mágico aliento que aún me engancha, y, para ser sincero, eso me fascina. Incluso si pensamos que ganamos la Guerra, perdimos bastante en el proceso, y allá afuera hay un mundo cruel e ingrato. Seguiré siendo joven todo lo más que pueda.

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El burrito descontento

Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él tenía el pesebre cubierto de paja seca. – Paja seca! – se decía el Burrito, despreciándola. Vaya una cosa que me pone mi amo! Ay, cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino!

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El Búho gafitas
Asomaba la cabecita, desde su casita en el tronco del árbol., un búho con una carita muy divertida.

Trabajaba durante la noche dando las horas como si fuera un reloj para que los animalitos del bosque supieran que hora era en cada momento.

Su gran ilusión era salir de su casa durante el día, pero sus ojitos no veían bien y tenía que conformarse con salir de noche y abrir sus grandes ojazos que brillaban en la oscuridad.

Siempre me dicen que soy afortunado por tener esos ojos tan grandotes, decía: el búho.

Pero no saben, añadía , que aunque son tan llamativos, no veo las cosas tan claras y lindas como la gente las ve.

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El búho blanco
Cada año nos llevan a unos treinta niños, acompañados por dos maestras, a las Colonias Escolares. Son nuestras vacaciones pagadas por la escuela y es seguro que vamos a estar durante veinte días, felices y contentas, en premio por nuestras excelentes calificaciones y buen comportamiento. Como nosotros vivimos en la costa, hacemos intercambio con otra escuela del interior. Así es que se dispone de un vagón del ferrocarril especial para nosotros y allí en la estación nos despedimos de nuestros padres y hermanos y partimos felices.

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El Bosque de Nunca Saldrás
Hola Amigos, Bienvenidos al «Bosque de Nunca Saldrás»
Voy a contaros la historia de Manolito, un pequeño personaje que vivía entre los tallos de las flores. Como habéis adivinado, Manolito era un duendecito, pequeño y travieso al que le gustaba mucho jugar con los animalillos del lugar. Una mañana se despertó sobresaltado por el ruido que habían hecho las hojas al crujir. No era normal que a esa hora paseara nadie por el bosque, y decidió investigar. Saltó de las hojas de una amapola en la que había pasado la noche, y se dirigió hacia las raíces de un viejo pino donde se subía para poder ver el bosque con mayor facilidad.

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La Bobina Maravillosa
Érase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiró tristemente diciendo:

–¡Ay! ¿Cuánto seré mayor para hacer lo que me apetezca?

Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz:

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El Bosque de las Hadas
Érase una vez dos niñas de 11 años, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazón; por el contrario Yaisa era una pésima estudiante y bastante creída.

Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería.

Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas.

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