Categoría:Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles
Los jóvenes príncipes de los reinos vecinos, hijos de los reyes a los que en años anteriores robara y usurpara tierras y tesoros, se mostraban dispuestos a pedirle cuentas de aquellas fechorías y por eso sus fronteras estaban constantemente amenazadas.
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Juan tenía nueve hijos y siempre estaba agradeciendo la generosidad y sacrificio de su mujer, porque la mayor parte de ellos se los había dado durante largos años que duró Lanitas ausente, como sobrestante de una mina en el Chocó.
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En este obscuro rincón se encontraban tres dragones quienes se miraban unos a otros sin decir nada. El más pequeño aburrido de la quietud y el silencio preguntó:
–¿Padre, porqué tenemos que escabullirnos cada vez que hay un humano cerca?
Al escuchar ésto, el macho miró fijamente a su compañera, la cual solo musitó:
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Pero el árbol, que ya era muy viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba – Había bebido mucha lluvia decían – , le pusieron una cerca a su alrededor…con un cartel. Pero como el no sabía leer… Estaba más y más triste porque era un abuelito sin la alegría de sus chiquitos.
Un día escuchó el árbol – porque saben oír muy bien ellos, eh! – que alguien leía el cartelito: – Árbol centenario. Monumento histórico nacional. Plantado por…..
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Joven aún se había despedido de ella para ir como combatiente a la guerra de Troya.
Volvía viejo, porque la guerra había durado tantos años, que no le bastaban los dedos de la mano para contarlos.
Pronto volveré a ver a mi querida Penélope —pensaba recostado en la borda de su barco—. Se le debe de haber vuelto blanco el cabello de tanto esperarme.
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Era el camino obligado de todas las tardes. En el invierno esas caminatas por el barrio desde la avenida Cabildo hasta su casa eran oscuras además de frías. El sol caía temprano y las altas magnolias, camelias y palmeras de la casa, oscurecían el lugar y lo alargaban sobre las veredas.
Quizás por ello amaba el verano, porque a pesar de la hora podía admirar el frente, aún hermoso, del primer piso de la casa vieja. Más arriba un solitario mirador de techo de pizarra.
El ángel parecía colgado de él.
Según los datos que se conocían en el barrio la construcción de la casa de Delcasse era del año 1883. El frente sobre la calle Cuba tenía el número 1919. Los fondos, siguiendo por Sucre, llegaban hasta Arcos donde un cedro gigantesco extendía sus ramas sobre un antiguo portón de hierro tan simple y oxidado que pasaba inadvertido.
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Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quien habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.
Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tubo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:
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Un buen día, hace ahora ya muchos y muchos años, los habitantes de la ciudad de Rosa se despertaron desconcertados por el ruido de las trompas del Rey, que abrían paso a los mensajeros, los cuales proclamaban:
– Por orden de su majestad, se hace saber la llegada a nuestra ciudad de la terrible bruja piruja. Con los adultos es inofensiva, pero dicen que tiene poder para eliminar a todos los niños que se le pongan por delante. Por tanto, por esta real orden, todos los niños se quedarán encerrados en su casa hasta que la bruja piruja haya desaparecido y, con ella, el peligro para nuestros pequeños.
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