Habían comenzado las vacaciones y Carlos y Clara estaban terminado de hacer su maleta para irse a casa del abuelo.
Ellos no querían ir, porque pensaban que se iban a aburrir mucho allí solos, sin sus amigos, sin embargo sus papas les decían que seguro que iban a ser unas vacaciones estupendas.
Llegaron a casa del Abuelo y este les recibió con un fuerte abrazo y una gran sonrisa, dejaron la maleta en su habitación y salieron a dar una vuelta.
Por la calle se encontraban con muchos niños pero ninguno jugaba con ellos, con lo cual, decidieron volver a casa.
Cuando llegaron estaban muy tristes y aburridos, el Abuelo que les vio pensó que tenía que hacer algo para que se lo pasarán bien y entonces se acordó del viejo taburete que estaba escondido en el desván.
El Abuelo cogió de la mano a Carlos y Carla y los tres subieron al viejo desván.
A Carlos y Carla aquel sitio les daba un poco de miedo pero, como estaba allí el Abuelo pronto se les paso.
El Abuelo les enseño el Taburete y les invito a que se sentaran. Carlos y Carla se sentaron y sorpresa ! el Taburete era Mágico.
Cada vez que te sentaban en él, el Taburete te hacía viajar a un lugar distinto, lugares todos ellos mágicos y divertidos donde conocías a mucha gente.
Como os podéis imaginar Carlos, Carla y el Taburete Mágico hicieron que aquel verano fuera inolvidable.
Algún día os contaran las aventuras que corrieron y los lugares mágicos que vieron.
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Carlos y Carla pasaban el fin de semana en casa del abuelo. Y eso ya sabéis lo que significa, nuevas aventuras con el taburete mágico!
Al llegar a la casa, como siempre, lo primero que hicieron fue saludar al abuelo, después y a toda prisa subieron a ver el taburete.
Se sentaron encima de él y sorpresa! Aparecieron en un país fantástico, todo era de caramelo, las casas, los coches, los animales…
Carlos y Carla no podían creérselo, miles y miles de golosinas dispuestas a ser comidas. No sabían que comer, porque todo parecía tan rico…! De pronto vieron que el tejado de una casa estaba cubierto con un riquísimo chocolate. Sin pensárselo dos veces, se acercaron y comenzaron a comer.
Solo habían dado un mordisco, cuando el dueño de la casa ( que también era de chocolate) salió a pedirles, por favor, que no se comieran su casa, porque si lo hacían, él no tendría donde vivir.
A Carlos y a Carla aunque les apetecía mucho comérselo, sabían que el señor tenía razón.
El señor de la casa que se llamaba Chocolatín, viendo que eran unos buenos chicos les invito a entrar a su casa, y les ofreció todo tipo de dulces y golosinas. Chocolatín, Carlos y Carla se hicieron muy amigos.
Entonces Chocolatín, les contó que su país corría peligro porque había un malvado que se llamaba Tragón que se dedicaba a comer todo lo que tenía a su alcance. Carlos y Carla, viendo que el país de su amigo corría peligro, decidieron pensar un plan, para deshacerse de Tragón.
Con ayuda de Chocolatín y de sus vecinos crearon la chocolatina más bonita y más sabrosa del mundo, una chocolatina que solo con verla, tenías ganas de comerla. Sin embargo, la chocolatina tenía trampa, pues, por dentro tenía madera, con lo cual no podía comerse.
Chocolatín, Carlos y Carla, pusieron la chocolatina en medio de una plaza para que se pudiera ver bien y se escondieron a esperar. Al cabo de unos minutos apareció Tragón y claro nada más verla, se fue corriendo hacía ella. Pero cual fue su sorpresa, la chocolatina estaba muy dura y del fuerte mordisco que había dado se le habían caído todos los dientes.
Tragón se fue corriendo y diciendo que no volvería más a comer chocolatinas.
Gracias a la ayuda de Carlos y Carla el país de Chocolatín se había salvado.
Un nuevo día, había llegado, y nuestro amigo el Sol ya estaba listo para salir.
Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que el día fuera » Un Gran Día «.
Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color.
Nuestro amigo el sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas habían venido a tapar su resplandor hoy.
Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la playa… y se sentía feliz porque sabía que en parte era gracias a él.
Observando a un grupo de niños, escuchó como contaban lo que iban a hacer cuando se hiciera de noche, el Sol escuchó muy atento como uno de esos niños decía: » Que ganas tengo de que se haga hoy de noche, porque son las fiestas de mi pueblo y esta noche van a celebrarlo, llenando el cielo de brillante cohetes, cohetes que son como estrellas…»
El Sol se puso muy triste y no quiso seguir escuchando. El también tenía ganas de ver esos cohetes, pero sabia que no podía ser.
Llegó la noche y el Sol se escondió. Esa noche estuvo muy triste pensando en lo bien que se lo estaría pasando todos viendo esos bonitos cohetes.
Tan triste estaba que estuvo varios días sin salir, se pasaba todo el día escondido.
Un día cansado de esa soledad decidió salir y se dio cuenta de que todos al verle estaban muy contentos y se notaba que le habían echado mucho de menos.
Entonces se sintió muy feliz y se dio cuenta de que, aunque no siempre podemos hacer lo que nos gusta debemos sentirnos felices de lo que somos e intentar que todos los demás también lo sean.
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Existe en Cantabria, un hermoso bosque llamado, » El Bosque de Ucieda», lleno de árboles por donde pasa un hermoso y cristalino río, donde el sol brilla con gran fuerza, haciendo que sus rayos se filtren entre los árboles dando al lugar un aspecto mágico.
Una tarde de verano, dos amigas, Marta y María, paseaban alegremente por este bosque, de pronto Marta sintió algo y le dijo a María, » ¿ No sientes como si alguien te estuviera mirando?.
María que era muy miedosa, dando un pequeño salto dijo ¿quién?
Entonces Marta, le dijo: » Pues los duendes del bosque, quien si no! No has oído nunca hablar de eso, veras, te contaré:
» Mi abuelo me ha contado muchas veces que aquí en Cantabria existen muchas leyendas sobre la existencias de duendes y otras criaturas mágicas del bosque. Algunos de ellos son malos, otros son solo traviesos, pero la mayoría son buenos. Te nombraré a alguno de ellos. El TRENTI, que está formado de hojas, musgo y raíces, duerme debajo de los árboles y es muy bromista, le gusta mucho esconderse y tirar de la falda a las chicas, luego escapa, riéndose y dando volteretas. El TENTIRUJO, por ejemplo, es un enano vestido de rojo, con una boina, a quien una hechicera transporta por los aires y lleva donde hay niñas buenas y obedientes, para que este diablejo les de a comer una planta embrujada y se vuelvan desobedientes. También esta el TRASGU, un duende que baja por la chimenea de las casas y esconde las cosas, para que nadie las encuentre, es muy travieso pero no es malo. A ver que piense, también están los VENTOLINES, el TRASTOLILLO, y algunos más. Bueno se me olvidaba, también esta el OJANCANO, este es muy malo, es un gigante, con un solo ojo y barbas y melenas rojas y largas, destroza todo lo que encuentra a su paso y no teme a nadie a excepción de las ANJANAS, porque sabe que si ellas le arrancasen un pelo de sus barbotas moriría sin remedio, es que las ANAJANAS, son las hadas buenas de Cantabria, son pequeñas y graciosas, con un manto de estrellas. Tienen una varita de flores, que brilla cada día con una luz distinta, sale de las fuentes y manantiales, bendice las aguas, los árboles y el ganado, ayuda a los pobres a los que sufren y a los que se extravían por el bosque. Bueno que te parece.»
María estaba entusiasmada, aunque con un poco de miedo, pues tenía la sensación de que alguien le había tirado de la falda, ¿ estaría por allí el TRENTI ?
Tan entusiasmadas estaban las dos con las historias de Marta, que no se habían dado cuenta que ya se había echo de noche y que de tanto andar por el bosque se habían alejado mucho del pueblo. Sin pensárselo dos veces, decidieron que lo mejor era volver a casa, pero se encontraron con un problema, frente a ellas había dos caminos y ninguna de las dos se acordaba de cual era el camino para llegar al pueblo.
María empezó a ponerse muy nerviosa, Marta le tranquilizó y dijo: » Vamos a beber un poco de agua al manantial y allí pensamos que hacer»
Al acercarse al manantial, de pronto una luz brillante lo inundo todo, Marta y María estaban paralizadas no sabían de donde venía esa luz, poco a poco la luz fue iluminando uno de los caminos. Las dos niñas se miraron y comenzaron a caminar por el camino iluminado, poco antes de llegar al pueblo, la luz desapareció.
Entonces Marta y María comprendieron que habían tenido mucha suerte, porque se habían encontrado con una ANJANA que les había protegido y les había guiado hasta casa.
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Hace muchos años, en un país lejano, vivía un princesa muy guapa, llamada Zulema. La fama de su hermosura, se extendió por todos los reinos vecinos, desde donde empezaron a llegar príncipes y caballeros, que querían hacerle su esposa, pero ella las rechazaba a todos.
Un día su padre, el Rey, al ver que su hija no se decidía por ningún príncipe le dijo: » Zulema, hija mía, organizaré un torneo y el vencedor será tu esposo»
La princesa al oír esto se puso muy triste, pues quería a Omar, un apuesto joven que trabajaba en el palacio, el cual también estaba enamorado de la princesa, pero como era pobre no podía aspirar a casarse con ella.
El día del torneo se acercaba. Omar y la princesa no sabían que hacer. Un día Omar le dijo a la princesa: » He tenido un idea, lucharé en el torneo y se venció, tu padre no tendrá mas remedio que concederme tu mano, ¿qué te parece?.»
La princesa al oír esto, vio un rayo de esperanza, Omar era alto y fuerte y sabía luchar, tenía muchas posibilidades de ganar. La princesa le dijo abrazándole: Me parece una idea estupenda, pero ¿cómo te reconoceré?.
«Lo sabrás iré distinto a todos» dijo Omar
Y llego el gran día, todo el pueblo estaba allí, los participantes llegaron en sus preciosos caballos engalanados y sus armaduras relucientes, plata unos y negros otros. Cuando ya el rey iba a dar la orden, para empezar, apareció un jinete vestido con una armadura rojo brillante, pidió al Rey permiso para luchar, este se le concedió y el torneo comenzó.
Los caballeros luchaban y se iban eliminando, solo quedaban ya dos, uno de armadura negra y el caballero de rojo, los dos eran muy buenos no se sabía quien iba a ganar. El corazón de la princesa latía apresuradamente, Omar no podía ser otro que el caballero de rojo.
De pronto un golpe del rojo, dio de lleno al de negro, que cayó de un golpe al suelo.
Todo el pueblo se puso en pie gritando: «¡Vencedor, vencedor!»
La princesa estuvo apunto de desmayarse cuando el caballero inclinándose ante el Rey y su familia, descubrió su rostro, ¡era Omar!. El monarca no se lo podía creer » ¡Tú! » le dijo.
Omar le contesto: » Señor, os pido perdón por mi atrevimiento, pero amo a vuestra hija».
«¿Y tu hija mía ?», pregunto el Rey
«Yo también padre», dijo la princesa.
El rey, miró a los jóvenes y vio que realmente se querían mucho y como conocía a Omar y sabía que era un buen muchacho, dio su consentimiento para que se casaron.
La boda se celebró por todo lo alto, las fiestas duraron meses. Zulema y Omar fueron muy felices y años más tarde, cuando el Rey se retiro, ellos se convirtieron en los Reyes de aquel lejano país, donde gobernaron con bondad, sabiduría y acierto, por lo que fueron siempre muy queridos.
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No hace tanto tiempo, en lugar no muy lejano del que estamos en la actualidad, estaba bien visto cazar dragones; se suponía que los dragones eran malos y por ese motivo había que matarlos, ya que algunos se comían las vacas y las ovejas e incendiaban las casas de los campesinos con su aliento de fuego.
Por ese motivo, llegaban muchos caballeros desde todos los confines de la tierra, con el objetivo de cazar a los dragones y encarcelarlos por sus fechorías. Estos caballeros querían conseguir fama y prestigio con la captura de un gran dragón con el riesgo de morir en el intento.
Había muchos caballeros valientes, pero el caballero Angelote no era de esos; su madre le había mandado a cazar un dragón para poder presumir de hijo ante sus vecinas.
Angelote era un caballero bastante escuchimizado y cobarde; imaginaros lo cobarde que era, que no se atrevía a abrir un yogur por miedo a que tuviera moho.
El caballero Angelote partió en busca de su dragón, al despedirse de su madre tenía puesta la armadura, y del miedo que tenía podía oírsele desde kilómetros a la redonda.
Cabalgó muchas lunas y muchos soles nuestro caballero Angelote, hasta que un buen día o un mal día, de momento no se sabe, encontró una cueva (que es el sitio donde suelen dormir los dragones). Olía fatal, pero Angelote no lo notaba porque tenía un resfriado por la lluvia de la noche anterior.
Entró sigilosamente pero temblando (si hubiese algún dragón, por sordo que estuviese, se tendría que haber despertado).
Oyó unos ronquidos, y dando la vuelta a una columna se encontró de sopetón ante el dragón Kauldrón (había un letrero en el que ponía “Dragón Kauldrón, no despertar”). Era un dragón inmenso, de color rojo intenso, con alas y pinta de tener malas pulgas (también rojas y con alas).
Angelote, al verlo, se desmayó del susto.
Cuando se despertó, Kauldrón también había despertado, por lo que el susto fue doble: se asustaron los dos. Angelote se envalentonó y esgrimió su espada ante Kauldrón, pero la espada pesaba mucho y apenas podía levantarla medio palmo del suelo; Kauldrón se puso en guardia y cogió aire para fulminar con su aliento Angelote; y lo fulminó pero de lo mal que olía.
Ante ese insoportable olor, lo único que pudo hacer Angelote es darle a Kauldrón unos caramelos de menta que le había dado su madre; Kauldrón se zampó todos, y en agradecimiento explicó a Angelote que todos los dragones no eran malos y que la gente no se acercaba a la cueva porque olía muy mal (muchos caballeros se habían desmayado antes de entrar).
Kauldrón ofreció a Angelote su cueva para que le
protegiese de otros caballeros, ya que ahora tenía un aliento mentolado, y los caballeros sin duda acudirían a cazarle.
Angelote accedió ya que no quería volver con su madre y con sus vecinas las “verduleras”.
Y fueron felices y comieron caramelos de menta y alguna vez de clorofila.
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Había una vez un niño que vivía en una casita en la montaña con sus padres, su casita estaba bastante alejada del pueblo, vivían allí por que todo el mundo se reía del niño y los padres decidieron irse lejos del pueblo para que nadie se reirá de él.
El motivo por el que todos los demás se reían era por el aspecto que tenía el niño, pues se trataba de un niño con las cejas muy juntas y mucho pelo, la nariz muy larga y con unos dientes muy grandes que no le dejaban cerrar la boca.
Cuando los demás le veían se dedicaban a insultarle y reírse de él llamándole «Tonto».
Sin embargo, él no era tonto, era muy inteligente y de buen corazón, le gustaban mucho los animales y siempre andaba por el bosque observándoles y cuidando de aquellos que estuvieran heridos. También le gustaba mucho leer, se pasaba casi todo el día leyendo libros. Un día sus papas le regalaron un libro que se titulaba » La vida en el Circo», en este libro se contaban las aventuras que vivían los Trapecistas, los Payasos, los Domadores… Y Bruno que así se llamaba quedo fascinado, le gusto tanto que se pasaba el día soñando con la vida del circo, imaginando como vivirían sus habitantes, sobre todo como sería la vida de un Domador de Circo.
Le gustaba tanto la idea de ser Domador que decidió ir practicando y con la ayuda de sus perritos, comenzó a trabajar.
Paso el tiempo, y de pronto un día algo sorprendente ocurrió. Bruno estaba jugando con sus perritos cuando llego su papá y muy contento le dijo: » Te traigo una buena noticia, algo que se que te gustará mucho, ha llegado al pueblo un CIRCO. Bruno no se lo podía creer, porque a aquel pueblo nunca había ido un circo, se puso a saltar de alegría, pero de pronto se quedo muy triste, porque sabía que se bajaba al pueblo todos se iban a reír de él. Sin embargo tantas eran sus ganas de ver el circo que decidió que sería valiente y que aunque se reirán de él, no les iba a hacer caso.
Así que al día siguiente bajo al pueblo con sus papas y con gran entusiasmo observó como empezaba la función.
Bruno, casi no respiraba de la emoción, los Trapecistas volaban en lo alto, de pronto parecía que se iban a caer, pero enseguida volvían a subir otra vez hasta lo más alto y todos aplaudían contentos de que no les hubiera pasado nada, los Malabaristas hacían unas piruetas increíbles y los Payasos eran estupendos y muy graciosos, todo el mundo se reía con ellos. La función iba a terminar y Bruno se dio cuanta de que en aquel circo no había Domador, entonces en un ataque de valentía salto al centro de la pista y la pidió al director del Circo que le dejara actuar a él como domador. El director que era un hombre muy bueno, le dejo. Bruno llamo a sus perritos y estos enseguida corrieron a su lado, la gente estaba muy sorprendida y todos empezaron a reírse diciendo: » Pero que hace, si es el tonto que vive en la montaña». Bruno decidió no hacer caso y seguir adelante con su número. La música empezó a tocar y Bruno comenzó a dirigir a sus perritos, los perritos a las ordenes de Bruno saltaban, daban vueltas y pasaban por un aro.
Toda la gente que esta viéndole, se quedaron con la boca abierta y se dieron cuenta de que era un gran chico y todos se sintieron culpables por haberle tratado tan mal.
Cuando termino de actuar todos se pusieron de pie aplaudiendo y gritando: » BRAVO, BRAVO!!!!». Sus papas muy contentos corrieron a abrazarle.
En aquel pueblo desde entonces nunca más se volvió a discriminar a nadie, ni a reírse de alguien porque fuera diferente, la gente del pueblo se dio cuenta de que todos somos especiales y diferentes y que debemos acertar a todos las personas.
Bruno y su familia se quedaron a vivir en el pueblo, donde todos los querían y donde Bruno hizo un montón de amigos. Pasados unos años, pudo ver su sueño hecho realidad, comenzó a trabajar en un circo como Domador y se hizo muy famoso.
FIN
(más…)
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Érase un día un rey muy malo. El rey era tan malo que ese mismo día vino un duende y le dijo: «Si sigues tan malo yo mismo te haré un burro». El rey se puso nervioso, se lo dijo a su mujer y a su hija. Al otro día vino otra vez el duende y un amigo suyo y también con un montón de seres malos. La familia estaba muy nerviosa tan nerviosa que un poco mas y se desmayan.
El rey era todavía mas malo de lo que era. Y el solo cambió de repente, y entonces ya era bueno con todos.
FIN
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Érase una vez una vaca llamada Solfin que tenia un dueño llamado Estín que era famoso y millonario y ese dueño tenia 3 vacas más, 1 perro y 3 patos. Un día llego un hombre que vendía animales y le compro 5 patos que, así ya tendría 8, también le compró 2 vacas y así ya tendría 5 vacas, y 2 perros y así ya tendría 3 perro. Con el tiempo Estín se hizo una granja y en vez de comprar vendía.
Entonces un día llegó un gran camión de ganado que venía a comprarle animales. Estín vendió 10 vacas, 5 perros y 20 patos. Él solo se quedó con 12 vacas, 6 perros y 30 patos. Estín tenia una mujer que tenia 5 gatos que se llamaban el más grande Fli, el que le sigue Flo, el otro Tren, el otro Ili y el menor de todos Erviji.
Pero un día se le murió Tren el gato y Estín le compró uno igualito que el otro y también le puso Tren, y Solfin, la vaca, sintió tanto la muerte de su amigo Tren que a los dos días se murió ella también.
Al camión de ganado, que le vendió las 5 vacas, le compro 1 vaca, también le compro 10 patos y 1 perro.
Estín y su mujer vivieron juntos toda la vida con su granja y sus gatos y todos fueron felices y comieron perdices.
FIN
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Érase una vez una princesita muy fea y toda la gente le decía ¡fea , fea! . Y la princesita lloraba siempre que le decían fea. Un día el padre le dijo a la gente del pueblo:»como le digáis cosas a mi hija fea, os castigaré a todos».
Un día la princesita estaba durmiendo y de repente apareció una hada mágica y cuando apareció la hada la princesita se despertó y se asustó y la hada le dijo: «no te asustes, yo quiero que la gente cuando te mire vea tu corazón, para que la gente no te diga fea».
Al día siguiente la gente le decía guapa, te quieres casar conmigo. Así termina la historia.
FIN
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