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Etiqueta: cuento

Frasquito y su sueño de navidad
Era una tibia madrugada de diciembre. El sol se disparaba contra los ventanales del viejo edificio de la Calle Real. Estrellitas de colores chispeaban sobre el dorado rostro de Frasquito, el antiguo ascensor de elegantes rejas y rectangular ojo de vidrio.

Como todas las mañanas, don Juan abrió el sobretodo metálico del elevador:

– Buenos días –dijo el anciano celador.

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El cuento de Navidad de Hogol
Cuenta una leyenda que hace ya mucho tiempo un joven hogol llegó al mundo de los humanos, en busca de un nuevo lugar donde vivir. Allí encontró ríos y lagos, montañas y llanuras, marismas y desiertos, nieve, agua, nubes, y el mar… que bonito es el mar (pensaba el hogol). Pero lo que más abundaba allí era la gente. El mundo de los humanos está repleto de gente y la gran mayoría viven en pueblos y ciudades. A buen seguro que son buenas personas para poder convivir todos juntos, y con este pensamiento el hogol decidió quedarse a vivir con los humanos.

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La Rana Lucy y el Grillo Guillermo

Caía la noche y un gran manto de nieve, cubría el parque. Un parque tranquilo, donde el ruido dormía y sólo los murmullos de los animalitos se escuchaban en la oscuridad.

Tras la ventana de una casita hecha de hojas vivía la rana Lucy, era una ranita muy alegre, con grandes ojos y patitas cortas. Miraba embobada como los copos bajaban lentamente como si estuvieran bailando una danza.

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La última Navidad
En la historia de los tiempos, concretamente en Navidad, todos nos volvemos más humanos, más alegres, más melancólicos… Todos menos Mr. Trodat, un viejo gruñón que siempre detestó la Navidad de una forma exagerada. Cuando llegaban estas fechas, se encerraba en su casa, se armaba de sus libros y cuando sonaban los villancicos, salía por la ventana a echar a los niños que los cantaban. – ¡Malditos niños! ¡Fuera de aquí y dejáos de ñoñeces!-. Todos le temían por su mal genio, y hasta Mrs. Antino, que limpiaba en su casa una vez por semana, le tenía no poco miedo. – De buena gana no le limpiaba más, total, para lo que me paga… pero mis hijos necesitan comer. ¿Este hombre no tiene sentimientos?- Les contaba a los que como ella, le conocían tan bien. Sabían que sus hijos le habían pedido limosna y que con patadas los había echado de su casa. Pero las nieves acechaban con sus garras heladas aquel año, impidiendo a los niños y las gentes cantar y estar felices. El hambre y el frío también tuvieron encuentro, y mucha gente enfermó aquella Navidad, en fin, como casi todas.

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Después de todo ¡Es Navidad!
La casa había estado vacía y silenciosa largas horas, por lo que, Baguette; el cachorrito de la familia, se encontraba profundamente dormido enroscado en su sillón favorito, a ratos roncando a ratos lanzando gruñiditos; cuando, de repente, el ruido en la cerradura lo despertó de su profundo sueño haciéndolo caer de cabeza, quedando momentáneamente aturdido.
– ¡Mira qué lindo pino hemos traído Baguette!-dijo Beca, la pequeña que lo había recogido de las calles una lluviosa tarde de otoño-
El cachorrito se sacudió  y corrió a todo lo que le daban sus cuatro patitas para inspeccionar meticulosamente el inmenso árbol que la familia logró meter por la puerta con tanto esfuerzo.
Las suaves y fragantes ramitas le hacían cosquillas, pero aún así el perrito trató de mordisquearlas; por lo que Beca de inmediato le reprendió diciendo:»¡Baguette malo! ¡El árbol de Navidad no se muerde, ni se maltrata!»
El animalito jamás había escuchado aquella palabra «Navidad» ¿qué quería decir? No lo sabía, pero sonaba linda, era una palabra dulce y tierna, una palabra que se le queda a uno en la boca como un caramelo, o como un poema… Navidad… sonaba a magia y alegría… ¿pero qué era Navidad? …

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Recuerdo de una mañana de Navidad
No lo creí. Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de un niño de siete años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez… y ¿por qué habría de ser yo uno de éstos? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad.

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Víspera de Navidad
Era la víspera de Navidad, y todo en la casa era paz. No se oía ni un ruidito, ni siquiera chillar a un ratón. Junto al fuego pendían los calcetines vacíos, seguros que pronto vendría Santa Claus. Sobre la cama, acurrucaditos y bien abrigados, los niños dormían, mientras dulces y bombones danzaban alegres entre sus sueños. Mamá con pañoleta, yo con gorro de dormir, iniciábamos apenas, un largo sueño invernal. De pronto en el prado surgió un alboroto, salté de la cama y fui a ver qué pasó. Volé como un rayo hasta la ventana, jalé la cortina y tiré del postigo. Blanca y suave era la nieve y dulce el brillo de la luna, parecía mediodía en nuestra tranquila villa. Cuando para mi asombro vi pasar a lo lejos, ocho pequeños renos y un diminuto trineo. Conducía un viejecito, vivaracho y veloz, y supe en seguida que debía ser Santa Claus. Más rápido que las águilas, sus corceles volaban, y él silbaba y gritaba a sus renos llamándolos: ¡Vamos Destello y Relámpago! ¡Adelante Gambito, Danzarín y Cupido! ¡Jala duro Cometa! ¡Lleguen lejos Estrella y Lucero! ¡A la cima del techo! ¡A la cima del muro! ¡De prisa, de prisa, que los niños me esperan!

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Canción de Navidad 5 Conclusión
¡Sí! Y la columna de cama era suya: La cama era la suya, el cuarto era el suyo. y, lo mejor y más venturoso de todo, ¡el tiempo venidero era suyo, para poder enmendarse!

-Viviré en el pasado, en el presente y en el porvenir -repitió Scrooge, saltando de la cama-. Los Espíritus de los tres no se apartarán de mí. ¡Oh, Jacob Marley! ¡Benditos sean el cielo y la fiesta de Navidad: ¡Lo digo de rodillas, Jacob, de rodillas!

Se encontraba tan animado y tan encendido por buenas intenciones, que su voz desfallecida apenas respondía al llamamiento de su espíritu. Había sollozado con violencia en su lucha con el Espíritu y su cara estaba mojada de lágrimas.

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Canción de Navidad 4 El último de los tres Espíritus
El Fantasma  se aproximaba con paso lento, grave y silencioso. Cuando llegó a Scrooge, éste dobló la rodilla, pues el Espíritu parecía esparcir a su alrededor,  en el aire que atravesaba, tristeza y misterio.

Le envolvía una vestidura negra, que le ocultaba la cabeza, la cara y todo el cuerpo, dejando solamente visible una de sus manos extendida. Pero, además de esto, hubiera sido difícil distinguir su figura en medio de la noche y hacerla destacar de la completa obscuridad que la rodeaba.

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