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Etiqueta: cuento

El Cuento de Las Arenas

Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el, río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a éstas.

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El Cotonudo
Pues señor, había una vez una viejita que tenía un hijo galanote e inteligente y además bueno y sumiso con ella, que parecía una hija mujer. La viejita era muy pobre y siempre tenía que andar corre que te alcanzo con el real; lo único que tenía era una casita en las afueras de la ciudad y sus fuerzas, con las que lavaba y aplanchaba, para ayudar a su hijo a quien se le había metido entre ceja y ceja estudiar para médico. Eso sí, que el pobre tenía que pesentarse en la escuela sabe Dios cómo: el vestido hecho un puro remiendo, nada de cuello ni corbata y con la patica en el suelo.

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Cuento del cordero que tenía la lana dorada
Había una vez un hombre pobre que tenía un hijo. Cuando este creció su padre le envió a buscar un trabajo. El chico viajó buscando un lugar y al fin encontró a un hombre que le dio trabajo como pastor.

Al día siguiente su patrón le dio una flauta y le envió con las ovejas para ver si el trabajo era apropiado para él. El muchacho no descansó en todo el día. Al contrario que otros chicos perezosos, llevó las ovejas de un lado a otro mientras tocaba la flauta.

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Cuento del conejo y la luna
Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

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El conejito ingenioso
Periquín tenía su linda casita junto al camino. Periquín era un conejito de blanco peluche, a quien le gustaba salir a tomar el sol junto al pozo que había muy cerca de su casita. Solía sentarse sobre el brocal del pozo y allí estiraba las orejitas, lleno de satisfacción. Qué bien se vivía en aquel rinconcito, donde nadie venía a perturbar la paz que disfrutaba Periquín!

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Cuento del conejito burlón
Vivía en el bosque verde un conejito dulce, tierno y esponjoso. Siempre que veía algún animal del bosque, se burlaba de él. Un día estabada sentado a la sombra de un árbol, cuando se le acercó una ardilla.

– Hola señor conejo. Y el conejo mirando hacia él le sacó la lengua y salió corriendo. Que maleducado , pensó la ardilla. De camino a su madriguera, se encontró con una cervatillo, que también quiso saludarle:

– Buenos días señor conejo; y de nuevo el conejo sacó su lengua al cervatillo y se fue corriendo. Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su camino. Un dia todos los animales decidieron darle un buena lección, y se pusieron de acuerdo para que cuando alguno de ellos viera al conejo, no le saludara.

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La rana Lucy y el grillo Guillermo

Caía la noche y un gran manto de nieve, cubría el parque. Un parque ranquilo, donde el ruido dormía y sólo los murmullos de los animalitos e escuchaban en la oscuridad.

Tras la ventana de una casita hecha de hojas vivía la rana Lucy, era una ranita muy alegre, con grandes ojos y patitas cortas. Miraba embobada como los copos bajaban lentamente como si estuvieran bailando una danza.

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Cuento de Constanza y su Ángel Guardián
Constanza vivía en un pequeño pueblo de un país muy lejano, donde el sol es el gran amigo de los hombres, con sus padres que eran personas muy pobres, en una casita de barro en la ladera de un cerro llamado El Tornillo por su forma puntiaguda y su camino que lo rodea varias veces y que lleva a los acantilados de la costa.

Ella recorría todos los días una gran distancia para ir a buscar sus animales por este camino pedregoso y muy angosto que la lleva a una planicie donde hay abundante pasto y agua, parece un gran oasis entre la costa y los cerros del sector.

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Cuento árabe
Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban.

Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se encontraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación:

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Cuando el bosque habla
Había una preciosa montaña, toda vestida de bosques, donde convivían las ardillas, pájaros carpinteros, ruiseñores, jabalíes, entre otros muchos animales.

Al subir por la montaña se encontraba dos caminos que se dividían en una extraña forma de i griega, el camino de la derecha era una subida bastante fuerte y la vegetación era mucho más densa, el de la izquierda dominaba un valle de cerezos en flor.

Una parte del camino, el que subía, estaba alfombrado de toda clase de piedras. Cualquiera diría que estas piedras tenían vida propia, porque si uno afinaba muy bien el oído hasta podía oírlas hablar:

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