Un día decidió dejar de trabajar, cansado de ver que su situación no mejoraba en nada.
Todo el pueblo al ver que este hombre había perdido las esperanzas en una mejora de su situación decidieron presentarle una mujer que lo acompañe y para la cual continúe luchando por la vida, con quien se casó.
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Érase una vez un duende verde, llamado Bernardo, a quien le gustaba jugar mucho y que por mascotas tenía dos perros y un gato. Pero con quien mas le gustaba jugar era con uno de los perros: Pinky. Le encantaba ir con él a todas partes, incluso de viaje. Cuando se iba a Hawai con sus padres se llevaba el perro.
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Dicen que en la oscuridad de la noche, habitan unos pequeños seres, muchos de ellos dueños de una luminosidad provocada por sus pequeñisimos faroles que siempre llevan consigo.
Habitan en los jardines y en los rincones de las casas de madera. Suelen celebrar grandes reuniones y fiestas entre los leños de las cocinas sureñas.
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Érase una vez en lo alto de una montaña, en el antiguo Irán, que moraba una doncella que fue adoptada por siete dives que la encontraron un día en la floresta cuando cazaban. La llevaron al castillo donde vivían y allí fue criada por una vieja ama dive hasta que cumplió 17 años.
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-¡Traedme el grano!- ordeno el gallo.
Las gallinas obedecieron, el gallo dio un rápido picotazo y el grano desapareció.
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Quiero montarme en una estrella y darle la vuelta a este mundo y a mil más, recorrer la azul inmensidad y tomar por sorpresa a astronautas y alienígenas por igual.
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Es horrible, ¡horrible!
La que así hablaba era una gallina que se hallaba en un lugar a donde todavía no habían llegado los ecos de la tragedia.
– Sí –decía la gallina–; ¡es horrible! Tanto que no voy a poder pegar el ojo en toda la noche. Menos mal que somos muchas; si llego a estar sola, ¡qué miedo!
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El habitante de la casita era un duende al que sus amiguitos llamaban el duendecito lector, pues le gustaba mucho leer.
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