6
Mar.2009
Los Puig, matrimonio joven con dos niños y un pastor alemán joven, veraneaban desde hacía años en un pueblo de la costa. Tenían alquilada una casita con un jardín posterior compartido con una vecina. Allí correteaban los niños y Hans, el pastor alemán.
Justo en la casita de al lado, vivía una anciana viuda con un loro de vivos colores llamado Lindo, que vociferaba cosas tan irrelevantes -«taxi, taxi»-, como irreverentes -«fill de puta»-. Este loro había sido un regalo de un sobrino que se trajo de América muchos años atrás, cuando el «tráfico ilegal de especies protegidas» era un epígrafe de futura invención.