En un mundo existían tres reinos, el reino del norte, el reino del oeste y el reino del oriente. Los tres vivían en paz y armonía. Hasta que un día el rey de oriente, el cual era el reino más poderoso murió. Dejando así el trono a su único hijo quien era despiadado e ingenuo. Este joven rey no podía entender por que su reino siendo el más poderoso y vasto de los tres tenía que ayudar a los otros dos. Por esta misma razón de un día para otro cortó toda la ayuda a los otros reinos.
Con que magnificencia peleo el rey del norte despezando a un batallón tras otro pero nadie puede pelear para siempre por lo que después de varias horas de ir derrotando a los mejores guerreros del otro rey, el cansancio le gano y finalmente fue sometido y enviado a las mazmorras; dejando así su reino sin soberano y merced de usurpadores e inescrupulosos gobernantes.
El rey del oeste que también necesitaba desesperadamente de los antiguos favores del reino de oriente empezaba a desesperar. Pero este gobernante no era un valiente como el rey del norte, sino todo lo contrario; era un cobarde sin ningún respeto por la vida, pero tan buen estratega militar, como desalmado. Así que este rey inicio una guerra contra el nuevo monarca.
Nunca se vio tal ejército. La vista se perdía y no se veía fin al mar de soldados que iban marchando. Al oscurecer parecía como un cometa que pasaba al nivel de la tierra; rápido, furioso, imparable, arrasando con árboles, cosechas y granjas que se interponían entre él y la gran ciudad. Nadie pensaba que el rey de oriente pudiera sobrevivir.
Al llegar a las murallas del reino de oriente, este ejército encontró una pared de fuego que impedía si quiera mantener la vista fija.
La razón de este tan inesperado suceso se debe que al enterarse el joven rey de la magnitud de tal ejército que se aproximaba, él sabia que iba a ser inútil combatirlos; por lo que mandó a quemar las murallas de la ciudad y mantenerlas ardiendo hasta que este ejercito decidiera marcharse. Todos los habitantes se habían apresurado a reunirse en el centro de la gran ciudad que formaba todo este reino.
Tres años duró el asedio, con desesperados intentos de penetración que solo culminaban en una avivación aun mas grande de las llamas. Nadie sabía como había sido preparado este fuego; ya que al arrojarle agua ardía con más violencia. La desesperación, el ocio, el hambre y la deserción por fin estaban haciendo presa al que una vez fuese el más grande ejército nunca visto. De lo que una vez fueron más de millón y medio de hábiles soldados, ahora solo quedaban tan solo unos cientos de pusilánimes ladrones y asesinos.
Un día los guerreros del oeste vieron como se apagaban las flamas de la muralla, aquello parecía un milagro, pero su felicidad y excitación se extinguieron como un cometa con el cual alguna vez fueron comparados. Miles de jinetes salían a todo galope de la ciudad empezando así la masacre de estos invasores. El sonido de las espadas blandiendo la carne se escucho brevemente. En menos de una hora el reino del oeste había sido completamente derrotado, sumiéndolo así en el hambre y la depresión; ya que los gastos de la guerra habían sido demasiado costosos y esto finalmente había recaído en la población.
Pero este no es el fin de la historia; ahora que el rey de oriente no tenía enemigos ni gastos adicionales, pensaba que él era el monarca más poderoso que alguna vez había existido, hasta que un día un anciano apareció a las puertas del palacio. Era pequeño y sucio pero pedía una audiencia con el rey. Este no veía por que debía de temerle a un anciano, pero bajo la condición de que estuviese presente una escolta real accedió a la audiencia.
El débil anciano habló con una voz tranquila y calmada dijo. «tu que crees que eres el mas grande de los hombres, estas tan ciego que no ves tu pequeñez. Incluso los dos monarcas que has vencido son mas grandes que tu.».
El rey ofendido pidió que el anciano le explicara estas supuestas necedades. El anciano suspiró y exclamó: «toma por ejemplo al rey del norte. El bien sabía que las posibilidades de vencer él solo a tu reino eran mínimas, pero aun así prefirió sacrificarse a mandar a morir si quiera a uno de sus vasallos y aun hoy, que se pudre en las mazmorras, no deja de pensar y añorar a su pueblo. Pensando en los problemas que pudo haber causado. O incluso el rey del oeste que alguna vez fue tan ruin como tú, ahora ve por su pueblo. Sacrifica sus comodidades par poder alimentar a su gente y no pasa una sola noche en la que no se arrepienta y pida perdón por haber llevado a las personas a este estado. Y mientras tanto tú, que sabes muy bien por lo que están pasando estos dos reinos no haces nada. ¿Acaso crees que es la primera vez que algún monarca joven y estúpido escucha esto, crees que tu padre no era como tú? A través del tiempo siempre se ha tenido que ir haciendo esto. Desde que desarrollamos la habilidad de comunicarnos siempre hemos tratado de destruirnos. Traemos siempre el horror, pareciera como si la belleza nos intoxicara».
Al terminar aquel anciano sus palabras. El soberano pidió con una voz débil y quebrantada estar a solas con el anciano. Nadie nunca supo lo que estos personajes siguieron hablando pero inmediatamente después, sin esperar si quiera que amaneciera, el joven rey ordenó que liberaran al rey del norte y volvió a instaurar la ayuda a los otros reinos.
La gente no se explicaba como estos tres reinos que no hacían más que pelar e insultarse mutuamente, ahora hablaban de unificación. El anciano jamás volvió a ser visto, pero de acuerdo al rey de oriente algún día tendrá que regresar.
Ahora después de haberte relatado esta pequeña parábola, solo te pido una cosa a cambio. Pregúntate a ti mismo ¿quien es el hombre más poderoso de esta historia? y ¿que es aquello en lo que radica su poder?
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles