19
Feb.2009
Al ciempiés Peteco le gustaba mucho trabajar. Quería juntar dinero para comprarse botas amarillas. Soñaba con ellas todas las noches, las quería para presentarse en un concurso de zapateo. Se imaginaba ganándolo, porque nada sería más divertido que ver cien botas zapateando a la vez. Además, pensaba colocarles unas luces en la punta.¡Quedarían espectaculares! Pero.¿Cómo podría lograrlo? Necesitaba mucho bichi-dinero, de ése que servía para hacer las compras en BICHOLANDIA, el lugar donde vivían él y todos sus amigos.
Una mañana decidió ofrecer su trabajo en el periódico del lugar. Con sus cien patitas podría recorrer el teclado y en pocos minutos tendría la edición lista. Fue una idea brillante. El Ratón Felipe, dueño del periódico, se entusiasmó con ella y contrató a Peteco. Dos días al mes el ciempiés haría la tarea y las noticias estarían listas para ser leídas ¡Todo salió tan bien que Peteco recibió un montón de bichi-dinero!
El director, Don Topo Lector quedó muy conforme y le pagó con monedas redondas y doradas. Peteco las colocó en una bolsa, ya tenía algo ahorrado para alcanzar su sueño.
A los pocos días Ratón Felipe y Topo Lector le avisaron que lo andaba buscando el León, Rey de BICHOLANDIA.
-Mi palacio tiene los pisos opacos y sucios ¿ Los lustras Peteco?.Te pagaré veinte monedas doradas. ¡Estoy cansado del barro que dejan mis soldados cuando vuelven de las guerras!- le dijo el León cuando Peteco entró muy resuelto en el palacio.
El ciempiés estuvo muy feliz y conforme con la propuesta y comenzó a fregar. En un rato tuvo los pisos relucientes. Sus cien patitas han trabajado sin descanso. El Rey León se quedó admirado por el excelente trabajo y le pagó las veinte monedas doradas más diez plateadas. Además, los soldados perdieron las ganas de ir a la guerra y sólo querían bailar sobre ese piso tan espléndido. Como al Rey León las guerras lo tenían harto, le pareció mucho mejor que hubiera en su reino soldados bailarines a tener que andar por ahí peleando y rugiendo hasta quedarse afónico y lleno de moretones.
Por su parte, Leoncia, la princesita leona, vio el trabajo que había hecho el ciempiés y recordó que los espejos de su sala de las muñecas hacía rato que estaban empañados. Cuando iban sus amigas a jugar todo parecía un mundo de niebla y en lugar de alegrarse por estar juntas, se sentían tristes.
Peteco se ató cien trozos de tela a sus patitas y lustró los espejos para arriba y para abajo. ¡No podía permitir que Leoncia y sus amigas no pudiesen jugar con alegría!
La sala de las muñecas quedó radiante, como si el sol viviese allí. Es que las cien patitas de Peteco eran no sólo rápidas sino mágicas también. Leoncia y sus amigas recuperaron sus deseos de jugar y divertirse. Tanto, que hasta hicieron travesuras tales como usar el cetro del Rey para cantar y bailar una polka y su corona para embellecer Perlita Perlina, la gata de peluche.
El Rey, agradecido, le pagó a Peteco treinta monedas doradas y veinte monedas plateadas.¡¡Era muchísimo!!
De paso para su casa, Peteco se colocó sobre un hilo de agua como un puente. Así sus compañeras las hormigas pudieron cruzar.¡Había llovido y no podían volver a su hormiguero! Ellas le regalaron una flor amarilla, muy agradecidas. Era todo lo que tenían, pero querían recompensar su atención.
Llegó la noche del concurso. el ciempiés lució sus cien botas amarillas y la flor que le regalaron las hormigas en el sombrero. ¡Además, no solamente pudo colocar luces en las puntas de las botas sino que también le colocó cascabeles en los talones! Zapateó tan bien que ganó el campeonato. El Rey León y su hija Leoncia le entregaron el trofeo. Don Topo le sacó fotos para un reportaje en el periódico y Don Ratón lo felicitó muy emocionado. Las hormigas aplaudieron como locas y toda BICHOLANDIA también. Peteco quedó súper feliz. ya estaba listo para comenzar a soñar con el campeonato del año siguiente y sabía cómo hacer para llegar a él tan bien vestido y acompañado como la primera vez.
El director, Don Topo Lector quedó muy conforme y le pagó con monedas redondas y doradas. Peteco las colocó en una bolsa, ya tenía algo ahorrado para alcanzar su sueño.
A los pocos días Ratón Felipe y Topo Lector le avisaron que lo andaba buscando el León, Rey de BICHOLANDIA.
-Mi palacio tiene los pisos opacos y sucios ¿ Los lustras Peteco?.Te pagaré veinte monedas doradas. ¡Estoy cansado del barro que dejan mis soldados cuando vuelven de las guerras!- le dijo el León cuando Peteco entró muy resuelto en el palacio.
El ciempiés estuvo muy feliz y conforme con la propuesta y comenzó a fregar. En un rato tuvo los pisos relucientes. Sus cien patitas han trabajado sin descanso. El Rey León se quedó admirado por el excelente trabajo y le pagó las veinte monedas doradas más diez plateadas. Además, los soldados perdieron las ganas de ir a la guerra y sólo querían bailar sobre ese piso tan espléndido. Como al Rey León las guerras lo tenían harto, le pareció mucho mejor que hubiera en su reino soldados bailarines a tener que andar por ahí peleando y rugiendo hasta quedarse afónico y lleno de moretones.
Por su parte, Leoncia, la princesita leona, vio el trabajo que había hecho el ciempiés y recordó que los espejos de su sala de las muñecas hacía rato que estaban empañados. Cuando iban sus amigas a jugar todo parecía un mundo de niebla y en lugar de alegrarse por estar juntas, se sentían tristes.
Peteco se ató cien trozos de tela a sus patitas y lustró los espejos para arriba y para abajo. ¡No podía permitir que Leoncia y sus amigas no pudiesen jugar con alegría!
La sala de las muñecas quedó radiante, como si el sol viviese allí. Es que las cien patitas de Peteco eran no sólo rápidas sino mágicas también. Leoncia y sus amigas recuperaron sus deseos de jugar y divertirse. Tanto, que hasta hicieron travesuras tales como usar el cetro del Rey para cantar y bailar una polka y su corona para embellecer Perlita Perlina, la gata de peluche.
El Rey, agradecido, le pagó a Peteco treinta monedas doradas y veinte monedas plateadas.¡¡Era muchísimo!!
De paso para su casa, Peteco se colocó sobre un hilo de agua como un puente. Así sus compañeras las hormigas pudieron cruzar.¡Había llovido y no podían volver a su hormiguero! Ellas le regalaron una flor amarilla, muy agradecidas. Era todo lo que tenían, pero querían recompensar su atención.
Llegó la noche del concurso. el ciempiés lució sus cien botas amarillas y la flor que le regalaron las hormigas en el sombrero. ¡Además, no solamente pudo colocar luces en las puntas de las botas sino que también le colocó cascabeles en los talones! Zapateó tan bien que ganó el campeonato. El Rey León y su hija Leoncia le entregaron el trofeo. Don Topo le sacó fotos para un reportaje en el periódico y Don Ratón lo felicitó muy emocionado. Las hormigas aplaudieron como locas y toda BICHOLANDIA también. Peteco quedó súper feliz. ya estaba listo para comenzar a soñar con el campeonato del año siguiente y sabía cómo hacer para llegar a él tan bien vestido y acompañado como la primera vez.
De nuestra compañera María Alicia Esain. 2006.
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles