– Jamás creí, que llegaría este momento, pero debo pedirte que saldes tu deuda.
– Sé que debe ocurrir algo muy grave para que hayas venido a pedirme esto, pues bien sabes cuales serán las consecuencias.
El rey sin decir una palabra más, asintió, las cogió, y cabizbajo se fue mientras la Dama del lago se sumergía de nuevo.
Pasaron varias semanas y la princesita correteaba alegremente por los jardines de palacio, y por los bosques que lo rodeaban, se la veía alegre ya no quedaba rastro alguno de la terrible enfermedad que la aquejara poco tiempo atrás. Su padre la miraba con ternura pero sabía que había pagado un alto precio y que no tardaría mucho en empezar a producirse los temidos cambios.
Así fue, una mañana estando Nerma en el jardín, tocó una rosa blanca, deseando que esta fuera de un rojo intenso, no había quitado su dedito de ella cuando se transformó en una preciosa rosa tan roja como la sangre. Se sorprendió muchísimo y corrió a contárselo a su padre. Éste que ya se lo esperaba le explicó con gran pesar, lo que a partir de ese día le iba a ocurrir. La sentó en su regazo y le contó toda la historia. En resumidas cuentas, lo que importaba, es que después de tomar aquellas hierbas se había curado pero ya no volvería a ser como antes, a partir de aquel día empezaría a tener más y más poderes, pues las hierbas la habían convertido en una bruja, de ella dependería si querría hacer el bien o el mal, por supuesto su padre no tenía ninguna duda pues era una hermosa ratoncita con un corazón puro y ni pizca de maldad en su ser. Pero esto traería otra enorme complicación y era nada menos que la ira del temible Sr. Alado, un malvado buitre, cuyos poderes aterrorizaban los bosques vecinos. Y que nunca se había metido con ellos, por el pacto firmado hacía muchísimos años entre él y la Dama del Lago. Pero el pacto se había roto y eso traería la desgracia, no sólo a la pobre ratoncita. Todo esto lo sabía su padre y por eso estaba muy triste y preocupado.
– No te atormentes querido padre -le dijo la ratoncita – ya verás como este nuevo don será una bendición, no una maldición. Yo sabré cómo usarlo para hacer el bien. Y no te preocupes por el Sr. Alado, que no le tengo ningún miedo-. Y besó y acarició a su padre en la mejilla.
Despreocupada, debido a su edad y al desconocimiento de lo que se avecinaba, retomó sus juegos.
Así pasaron semanas, en las que la princesita cada vez aumentaba más y más sus poderes. Aunque todavía no los dominaba, ya era capaz de hacer cosas cada vez más complicadas como transformaciones, cambios climáticos, levitaciones pero había algo que todavía se le resistía, era poder volar, por más que lo intentaba no pasaba nada. Se dijo a sí misma que no importaba que tarde o temprano lo lograría.
Había llegado la hora. Su padre aquella noche no durmió pensando en lo que tendría que hacer al día siguiente, era su deber, y el pago que debía pagar no lo cogía por sorpresa pero ¡ojalá no hubiera llegado tan pronto! Pero como temía, ya Nerma estaba preparada, y no lo podía demorar más, sobre todo por su bien.
A la mañana siguiente muy temprano fue al cuarto de su hija con un nudo en la garganta, debía explicarle lo que le iba a pasar de ahora en adelante y la verdad no sabía si tendría fuerzas, pero con resignación entró.
Llegaron al lago los dos estaban muy tristes, a la ratoncita se le caían las lágrimas sin poder evitarlo. El rey Ratón llamó, al instante la Dama del Lago apareció ante ellos. A pesar de la tristeza que sentía, Nerma, no pudo evitar el asombro que sintió al verla. Su cuerpo resplandecía, cubierto de escamas violetas. Tenía una melena blanca, muy larga, hecha de algas, y de las puntas colgaban pequeñas conchas. Sus párpados eran prácticamente dos ranuras que ocultaban unos ojos negros, como un pozo sin fondo. En vez de orejas tenía dos branquias y su boca era demasiado grande, con unos labios muy carnosos. No tenía nariz, sino un pequeño abultamiento insignificante y sus brazos terminaban en unas manos palmeadas, que tenían por dedos pinzas. No vio moverse su boca, sin embargo la oyó hablar, su voz sonaba como el rumor de las olas que todo lo envuelven y se sintió invadida de los pies a la cabeza por ella. Su padre también la había oído, porque asintió, se acercó a su hija, y apretándola fuertemente contra su pecho se despidió de ella. La Dama del Lago extendió su raro brazo hacia la ratoncita, Nerma se lo tendió temblando. Lo siguiente que sintió fue como la arrastraban al fondo del lago a una gran velocidad, lo curioso es que podía respirar. Según se iban sumergiendo estaba más y más oscuro, deseó poder ver algo e inmediatamente como si se encendiera una diminuta luz fue viéndolo todo a su paso.
Llegó a un mundo subterráneo lleno de extraños seres. La condujo al interior de una cueva, en la pared había unas marcas grabadas, la Dama del Lago puso su mano en una de ellas, al momento, la pared desapareció convirtiéndose en una nebulosa extraña que las arrastró al interior. Todo empezó a dar vueltas. Así pasaron unos minutos que para ella fueron interminables. Más cuando todo terminó, no pudo creer lo que había delante de sus ojos, se encontraba en un precioso bosque donde las plantas brillaban con intensos colores y una preciosa cabaña muy acogedora se encontraba al final del camino. Pero lo que más atónita la dejó, fue sin duda la persona que le cogía de la mano a su lado, ya no era el extraño ser de momentos antes, sino una preciosa ratona de cabellos negros, ojos azules, piel de melocotón y melodiosa voz:
– No te asustes Nerma, soy la Dama del Lago, algún día te contaré la historia. Ahora vamos a casa que hay mucho que hacer.
Pasaron varios meses en los que no paró de aprender cosas nuevas. Ya sabía el uso de todas las plantas que allí se encontraban, para realizar increíbles pócimas pues era muy lista y aplicada. También le enseñó nuevos trucos y a perfeccionar los poderes que tenía, se estaba convirtiendo en una bruja con extraordinaria capacidad y con grandes poderes. En ese tiempo le había cogido mucho cariño pues siempre era amable y cari&ntild
e;osa con ella. Una mañana la sentó a la mesa y le dijo:
– Ha llegado el momento de contarte mi historia. La Dama del Lago era un extraño ser, como sabes, que habitaba este lago hace muchísimos, muchísimos años. Se suponía que era inmortal pero contrajo una rara enfermedad que acabó con ella en poco tiempo. Entonces mi antecesora me contó que hizo un pacto con un brujo muy malvado al que llaman el Sr. Alado, éste le pidió a cambio, un objeto que yacía en el fondo del lago y que ofrecía a quien lo poseyera la vida eterna. Y él le daría cada cien años una sustituta que ocupara su lugar, pues solamente la verdadera Dama del Lago era inmortal. Así lo hicieron, no antes, de que la astuta Dama le pidiera algo más a cambio y fue que nunca tocaría este Reino, pues era el azote de todos los demás. Pero como el Sr. Alado tampoco era tonto, puso una condición y es que cumpliría su palabra mientras nada más saliera del Lago. Y así fue durante muchos años pero querida, ahora el reino ya no está a salvo, pues las hierbas que te curaron provenían de aquí. Por lo tanto el pacto se ha roto y no tardaremos en sufrir las temibles consecuencias.
– Pero, ¿por qué, no lo entiendo, si sabías eso por qué se las distes a mi padre?
– Mi antecesora tenía una gran deuda con tu padre, pues una vez le salvó la vida y cuando te transformas te conviertes en ese ser. Por lo que siempre estaríamos en deuda con él, así que al pedírmelas no pude negarme.
– Pero esto es horrible, por mi culpa mi amado reino será destruido.
– No querida, eso no ocurrirá. Tu padre sabía cual era el precio pero te amaba tanto, que no podía dejar que murieras, además también conocía los efectos secundarios de las hierbas y que tú serías la gran esperanza de todos. Te convertirás en la más poderosa bruja jamás vista y derrotarás al malvado Sr. Alado sin dificultad alguna.
– ¿De verdad lo crees?
– No lo creo, lo sé.
La ratoncita se quedó un momento pensativa, asimilando todo lo que la Dama le acababa de contar y después preguntó:
– ¿Y de donde vienen las futuras Damas del Lago?
– Eso sí que no puedo contestarlo pues cuando nos transformamos perdemos los recuerdos de nuestra vida anterior.
– ¡Oh, debe ser angustioso no saber quién eres! -pensó Nerma- pero no dijo nada para no entristecer a la Dama del Lago.
Por fin había llegado el día, ya Nerma estaba preparada, así que antes de transformarse de nuevo, la Dama del Lago, se despidió de ella con gran pesar. La ratoncita también sentía lo mismo pues le había cogido mucho cariño y sin más perdida de tiempo, la llevó a la superficie sumergiéndose después.
No había hecho más que poner los pies en el suelo, cuando un gran estruendo sonó a su lado, acompañado de una gran polvareda. Junto a ella se encontraba el temible Sr. Alado. En verdad, su aspecto era de un ser cruel, con aquellos ojos violetas penetrantes, toda su piel cubierta de plumas negras, de elevada estatura, con unas alas enormes plegadas a su cuerpo y con un enorme y potente pico.
– Así que, tú eres la causante de mi presencia de nuevo aquí -dijo con sarcasmo- la verdad, esperaba que hubiera merecido la pena el riesgo que este reino ha corrido pero me ha decepcionado. Todo por una insignificante criatura, que necio debe ser el que ha roto el pacto. En fin veo que no tardaré mucho en deshacerme de ti.
Y levantando su brazo lanzó un conjuro, mas cual no fue su sorpresa cuando Nerma salió volando y el hechizo dio contra uno de los árboles destrozándolo al momento. Se quedó atónito.
– ¡Cómo tienes poderes, esto es un ultraje, me han engañado! -bramó-.
Pero al momento se repuso.
– Esta bien, esto cambia un poco las cosas, en vez de tardar un segundo en acabar contigo tardaré dos -dijo maliciosamente-.
Y extendiendo sus enormes alas, empezó a perseguir a la ratoncita que lo esquivaba a gran velocidad. Nerma se posó en la copa de un árbol y le lanzó un conjuro que hizo que una de sus alas se encendiera como una antorcha. Maldiciendo el Sr. Alado dio un enorme soplido y la apagó, después dijo unas palabras mágicas y su ala volvió a ser la de antes. Continuó la persecución, según se perseguían se iban lanzando mutuamente conjuros pero el que iba perdiendo la batalla era el malvado Sr. Alado, pues Nerma, con certera puntería, daba siempre en el blanco, cosa que él todavía no había logrado. Entonces levantando un fortísimo viento hizo que la ratoncita perdiera el equilibrio y cayera al suelo dándose un gran batacazo en la cabeza, perdiendo el conocimiento. Aprovechando esta circunstancia iba a acabar con ella, se puso a su lado, levantó su ala pronunciando unas extrañas palabras que iban creando un remolino cada vez más violento hasta que de su interior salió una especie de daga brillante como el sol y con destellos de los colores del arco iris. Cuando todos los colores se hubieron unido en uno solo, el Sr. Alado la cogió con fuerza para hundírsela en el pecho a Nerma. Más de pronto, sintió un dolor intenso en la espalda, que lo obligó a lanzar un fuerte alarido encorvándolo hacia delante. Miró tras él, la Dama del Lago, estaba atacándolo con piedras que transformaba con su mirada en bolas de fuego plateadas.
– ¡Tú, me has traicionado! -dijo con enorme rencor-.
Y con gran agilidad esquivó las bolas. Entonces con toda su fuerza le lanzó la daga dorada a la Dama del Lago que sin esperarla, no pudiendo esquivarla, fue a parar a su pecho quedando inerte sobre el agua. Convirtiéndose al instante en la hermosa ratona que Nerma tanto quería. Ésta se había recuperado en el preciso momento en que la daga entraba en el cuerpo de su querida amiga sin poder impedirlo, de sus labios salió un grito de desesperación. Enseguida el malvado Sr. Alado se giró hacia ella lanzándole un conjuro que le dio de lleno, lanzándola varios metros atrás. Todavía aturdida por todo lo acontecido no podía reaccionar, lo que aprovechó el malvado para no darle tregua con un hechizo tras otro. Ya casi había acabado con ella, cuando oyó una voz familiar:
– ¡Vamos querida, tú puedes! Concéntrate, eres la más poderosa brujita que haya existido jamás.
Entonces, Nerma volvió a la realidad, cuando se disponía a hundirle la daga en el pecho, que ya había recuperado del cuerpo sin vida de la bella ratona. Se concentró y realizó el más difícil de los encantamientos, solamente reservado a unos pocos privilegiados, su cuerpo se desvaneció ante la mirada asombrada del Sr. Alado. Así sin que pudiera verla se apoderó de la daga, y con un potente hechizo se lo lanzó tan fuerte que la daga lo traspasó, sin que se diera ni cuenta. Desapareciendo, dejando solamente en su lugar una extraña concha roja con destellos naranjas. Nerma la cogió, se encaminó al l
ago, y sacó levitando a su amiga de él. La recostó en la hierba y lloró amargamente arrodillada a su lado. Al poco se encontró rodeada de la gente del reino que había acudido al ver que todo había terminado, entre ellos se encontraba su padre, el rey de los ratones, que al verla la abrazó con fuerza. Mas cuando se fijó en el ser que yacía sobre el césped se puso blanco, sus ojos se inundaron de lágrimas sollozando:
– ¡Clara, oh Clara, eras tú!
Nerma no entendía nada, miró a su padre perpleja.
– Es tu madre -dijo amargamente-.
Nerma no lo podía creer, su madre, que había desaparecido cuando ella era un bebé. Su querida ratona era nada más y nada menos que su mamá. No, no se iba a resignar, no podía perderla otra vez. Entonces se fijó en lo que tenía agarrado con fuerza en la mano, era la concha, la miró más detenidamente y cada destello representaba un extraño dibujo. Recordó haber visto aquellos grabados en la cueva por donde entró la primera vez con la Dama del Lago. Entonces, ¿sería ese el objeto que daba la vida eterna? se concentró y diciendo unas palabras que sólo ella entendía golpeó la concha, al instante los grabados formaron un dibujo y la superficie se abrió llenándose de un líquido con todos los colores imaginables. Nerma depositó el líquido en los labios de su querida mamá y al instante ésta abrió los ojos. Abrazándola con fuerza, su padre y ella, entre sollozos, le contaron todo lo ocurrido y así los tres felices se encaminaron a su hogar. Ya nadie en el reino, ni en los alrededores vecinos volvió nunca a temer nada, pues sabían que Nerma la brujita con sus extraordinarios poderes estaría siempre ahí para defenderlos, ayudarlos y protegerlos.
El lago no volvió nunca más a estar habitado por ninguna criatura extraña, se convirtió en un lugar de diversión para todos los habitantes de aquel bosque. Y, ¿qué fue de la Dama del Lago? que vivió feliz con sus seres queridos por siempre jamás.
De nuestra compañera Pino Martínez.
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles