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Jul.2008
Érase una vez, en un pueblo muy chiquito en el que vivían dos hermanos. Uno se llamaba Leo y el otro Leonardo. Eran muy ingeniosos. Aunque suene algo raro, una vez construyeron una máquina que cambiaba los pensamientos. Era muy rara y peligrosa. Un día a Leo se le ocurrió una idea genial pero peligrosa. Mientras sus papás dormían, ellos les pusieron unos cascos. Presionaron un botón y después de unos instantes se los sacaron. El papá se despertó y dijo preocupado:
-¡Oh, no! Todavía tengo que planchar, lavar, tender, cocinar…
Y la mamá se despertó y dijo:
-¡Oh, no! Todavía tengo que llevar mi camisa a la lavandería, pagar las facturas…
Leo y Leonardo se miraron y en vez de preocuparse se felicitaron unos a otros. Pero Leo dijo:
-Oh, oh…ahora papá nos va a castigar siempre
y Leonardo dijo:
-¡Y mamá va a tener que viajar siempre, y ni siquiera sabe manejar el coche!
Leo y Leonardo les pusieron unos tranquilizantes a sus papás. Los llevaron a su laboratorio secreto y les pusieron de nuevo los cascos. En una pantalla aparecían las preocupaciones y pensamientos de sus papás. Si querían que ellos volvieran a la normalidad tenían que colocar correctamente donde iba cada pensamiento. Se pusieron a trabajar: Tender la ropa-Mamá-pagar facturas-papá-Lavar-mamá-Mandar camisas a lavar-papá…
Después de terminar todo les sacaron los cascos y los sacaron del laboratorio. Sus padres volvieron a la normalidad y como siempre la mamá los castigó. Desde ahí aprendieron a no usar más a sus papás como víctimas de sus raros inventos.
Así que comenzaron de nuevo, pero con su pobre perro que, desde entonces sólo pudo decir… ¡Miau!
Y la mamá se despertó y dijo:
-¡Oh, no! Todavía tengo que llevar mi camisa a la lavandería, pagar las facturas…
Leo y Leonardo se miraron y en vez de preocuparse se felicitaron unos a otros. Pero Leo dijo:
-Oh, oh…ahora papá nos va a castigar siempre
y Leonardo dijo:
-¡Y mamá va a tener que viajar siempre, y ni siquiera sabe manejar el coche!
Leo y Leonardo les pusieron unos tranquilizantes a sus papás. Los llevaron a su laboratorio secreto y les pusieron de nuevo los cascos. En una pantalla aparecían las preocupaciones y pensamientos de sus papás. Si querían que ellos volvieran a la normalidad tenían que colocar correctamente donde iba cada pensamiento. Se pusieron a trabajar: Tender la ropa-Mamá-pagar facturas-papá-Lavar-mamá-Mandar camisas a lavar-papá…
Después de terminar todo les sacaron los cascos y los sacaron del laboratorio. Sus padres volvieron a la normalidad y como siempre la mamá los castigó. Desde ahí aprendieron a no usar más a sus papás como víctimas de sus raros inventos.
Así que comenzaron de nuevo, pero con su pobre perro que, desde entonces sólo pudo decir… ¡Miau!
De nuestra amiga María Giordanelli, 9 años
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles