–Antes que me preguntes que me pasa, te lo cuento: he perdido a mi mamááá……, dijo muy muy triste el bebé. El pez le dio unas palmitas en la espalda, diciéndole cómo podía encontrar el arco iris mas rápidamente y así a su mamá. Debía seguir siempre las crestas de las olas. Así lo hizo el pequeñin, tanto rato que ya no daba mas.
Cansado y decepcionado como estaba se dejó caer hasta el fondo del mar, recostándose en una cama de algas marinas de todos los colores, mirando sin ningún interes las preciosas plantas que adornaban aquel rincón del mar, todo era tan lindo allí que hasta parecía una selva acuatica multicolor, solo quería descansar un poquito y hallar consuelo para su corazoncito.
Un cardumen de pecesitos rayados negro y amarillo se acercaron a alegrarlo un poco, pero el se dio vuelta para no verlos, éstos llamaron a otros de muchos colores distintos, de todos los tamaños, formas, y grosores. El delfincito no pudo ahora negarse a mirarlos aunque fuera de reojo, pero enseguida recordó a su mamá y se tapó los ojitos para no ver mas nada.
Un pulpo muy señorial llegó moviendo sus tentaculos con un ritmo de baile antiguo, cuando descubrió al pequeño tan triste, le hizo cosquillas con un tentaculo, después con otro, al no ver ningún resultado, atacó de cosquillas con todos sus tentaculos, hasta que las risitas se oian bien lejos.
El pulpo escuchó seriamente toda la historia del arco iris, de las crestas de las olas, y le confesó al bebito que en realidad, el «Pez con Cara de Oler a algo Sucio», era el pez bromista, que los grandes ya saben que no hay que hacerle caso. El señor pulpo le aconsejó buscar las nubes bien grises y oscuras, oler el aire y no parar hasta encontar a su mamá, que un día la encontrará.
Así hizo el delfincito, nadó por muchos mares, vio montones de peces distintos, peces que parecian tener una espada, o que parecian gallos, también vio caballitos de mar, de lejos vio pingüinos y una ballena. Tánto nadó, tántos mares recorrió, que ya no quedaba casi mas nada del delfincito bebé, se había convertido en un delfin grande y bello.
Una ostra grandiosa, cuando lo sintió a su lado le dijo que escuchara un secreto que tenía para el, era un secreto que se lo habían dicho hace mucho tiempo, que solo a un delfin bello como el podría contarselo. La ostra se abrió un poquitin para que la pudiera escuchar y el delfin puso su orejita.
Una sonrisa dibujó la cara del buscador de su mamá y salió a la superficie, con tanta alegría que dio un salto como de tres metros e hizo dos volteretas, en la bajada vislumbró una delfina algo mas allá. Al salir a la superficie nadaron juntos un ratito, haciendo circulos, saltando uno por encima del otro, jugando a las escondidas, y todas esas cosas que hacen los delfines cuando estan felices. Tan felices estaban que se enamoraron, y al cabo de un tiempo la delfina tenía una panza gordota con un delficito en ella.
Una tarde, se había nublado todo el cielo, y empezó a llover, salió el sol un ratito y claro, se hizo un arco iris delante mismo del delfin, estaba tan sorprendido que le dijo a su delfina que iba a bucear allí abajo. El pobre delfin no sabía que iba a pasar, ¿estaría su mamá?, ¿se acordaría de el?, ¿cómo estaría? Todo esto se preguntaba mientras iba cautelosamente hacia las profundidades del mar. Desde donde estaba logró ver una delfina viejita y bastante arrugada.
–¡Siiiii, es ella!, gritó corriendo a su encuentro.
Se dieron muchísimos besitos, y mimos, y la mamá le dijo que había crecido mucho, que ya era un delfin muy grande y bello.
–Mamá, tengo que contarte que vas a ser abuelita dentro de muy poquito, sube que te voy a mostrar a mi delfincita, le dijo muy feliz el delfin.
La delfina abuelita estaba muy contenta tambien, despues de todos los besitos, de ver la pancita gordota, decidieron irse los tres a buscar un lugar donde pudieran vivir alegremente y hacer un lugar maravilloso para el futuro delfincito bebé.
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles