En el tronco grueso y gordo del árbol había una grieta bastante grande. Gregorio asomó la cabeza y descubrió una gruta gris y tenebrosa.
¿Sería la guarida de un animal peligroso? ¿Sería una gruta mágica o sería, simplemente, una grieta de árbol viejo?
Gregorio no lo sabía y decidió averiguarlo. Con la garganta seca por los nervios y un sabor amargo en la boca, penetró en la gruta.
-¡Hola!- dijo una voz.
-¡Ah!- gritó Gregorio aterrorizado.- ¿Quién es?- preguntó con un gorgorito en la voz.
-Soy yo- respondió alguien desde el suelo.
Gregorio bajó la cabeza y descubrió a un grillo negro muy serio sentado sobre un garbanzo.
-Soy el grillo Gordillo, el guardián de la gruta del árbol mágico. Por ser bueno y recoger las hojas del jardín puedo concederte dos deseos.
Gregorio estaba encantado. Un grillo mago, llamado Gordillo, iba a concederle dos deseos. ¡Era genial!
-¡Quiero ser mayor!- exclamó sin dudarlo un segundo.
El grillo Gordillo que seguía sentado, muy grave, sobre el garbanzo, dio unos pases mágicos y sucedió el prodigio.
Gregorio comenzó a agrandarse y agrandarse hasta que quedó completamente pegado a las paredes de la gruta.
-¡Socorro! ¡No me puedo mover!
El grillo Gordillo había cumplido lo acordado y había hecho a Gregorio tan mayor que era tan grande como el tronco de árbol y no cabía por la grieta. ¡Nunca podría abandonar la gruta mágica!
-¡Por favor!- suplicó- ¡Quiero volver a ser pequeño!
El grillo, con un gesto muy gracioso, realizó los pases mágicos adecuados y Gregorio encogió hasta volver a ser el mismo de siempre.
-¡Muchas gracias!- dijo Gregorio aliviado.
-Siento no poder concederte más deseos. Quizás si vuelves mañana…
Gregorio le agradeció mucho su buena intención y abandonó a toda prisa la gruta. Estaba claro que el grillo Gordillo era un malísimo mago. Pero, aún así, Gregorio decidió pensar toda la noche el deseo y regresar a la mañana siguiente.
¡A ver si tenía más suerte!
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