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Categoría: Fábulas sobre la Tolerancia

El ruiseñor y la golondrina
Invitó la golondrina a un ruiseñor a construir su nido como lo hacía ella, bajo el techo de las casas de los hombres, y a vivir con ellos como ya lo hacía ella. Pero el ruiseñor repuso:

– No quiero revivir el recuerdo de mis antiguos males, y por eso prefiero alojarme en lugares apartados.

Los bienes y los males recibidos, siempre quedan atados a las circunstancias que los rodearon.

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El perro que perseguía al león
Un perro de caza se encontró con un león y partió en su persecución. Pero el león se volvió rugiendo, y el perro, todo atemorizado, retrocedió rápidamente por el mismo camino. Le vio una zorra y le dijo:
– ¡Perro infeliz! ¡Primero perseguías al león y ya ni siquiera soportas sus rugidos!
Cuando entres a una empresa, mantente siempre listo a afrontar imprevistos que no te imaginabas.

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El lobo y los pastores cenando

Un lobo que pasaba cerca de una fuente, vio allí a unos pastores que cenaban las carnes de un cordero. Acercándoseles, les dijo:

-¡Qué escándalo habría ya si fuera yo quien estuviera haciendo lo que ustedes hacen!

Una cosa es lo que el dueño con todo derecho decida sobre su propiedad, y otra lo que haga el ladrón con lo que no le pertenece.

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El león y el jabalí
Durante el verano, cuando con el calor aumenta la sed, acudieron a beber a una misma fuente un león y un jabalí. Discutieron sobre quien debería sería el primero en beber, y de la discusión pasaron a una feroz lucha a muerte.
Pero, en un momento de descanso, vieron una nube de aves rapaces en espera de algún vencido para devorarlo. Entonces, recapacitando, se dijeron:
— ¡Más vale que seamos amigos y no pasto de los buitres y cuervos!
Las luchas inútiles sólo sirven para enriquecer y alimentar a sus espectadores.

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El bandido y la morera

Un bandido que había asesinado a un hombre en un camino, al verse perseguido por los que allí se encontraban, abandonó a su víctima ensangrentada y huyó. Pero viéndole unos viajeros que venían en sentido contrario, le preguntaron por qué llevaba las manos tintas; a lo que respondió que acababa de descender de una morera.

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El avaro y el oro
Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.

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