Érase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino. Un día, un misterioso extranjero ofreció al muchacho una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y como eran muy pobres aceptó.
-¿Qué tengo que hacer? -preguntó.
-Sígueme – respondió el misterioso extranjero.
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Otra vez, prendió las cortinas del salón de música. Yo estaba ubicada en la grada junto al ventanal y sentí que las espaldas me ardían de repente. Inquieta busqué a Gustavo entre el grupo de chicos que cantaban al lado del piano. Lo sorprendí mirando fijamente en dirección a mí. Mas tarde , cuando le pregunté cómo era posible que nadie mas se diera cuenta, me contestó con una larga sonrisa.
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Padre e hijo disfrutaban mucho de estas carreras y el compartir sus conversaciones que tanto bien hacia a ambos, siempre tenían pláticas de lo más amenas y realmente existía una comunicación constante entre ellos.
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El capitán Ñato es llamado así sólo por sus amigos los indios alacalufes de más allá del Golfo de penas. Es que Luis Andrade tenía una nariz tan aplastada como la de una foca que se hubiera dado un cabezazo contra una roca. Las dos fosas nasales eran lo único que asomaba a la superficie de su rostro; pero le bastaban para olfatear las rutas que seguían sus congéneres del mar, y así fue como dio con la famosa caverna donde paren las lobasen Punta Sobaco.
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Había una vez un país donde había muchas flores, quizás tantas que cuando las mariposas golosas ya no sabían en cual flor se posarían cada día, y los picaflores se paseaban aquí, acá y allá.
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Una mañana un Oso salió de su cueva y, hallándose amenazado por una Serpiente, le dijo:
-Sé que piensas morderme e inyectarme tu veneno, pero ¿no crees que yo puedo aplastarte la cabeza?
A lo que la Serpiente contesta:
-Si te muerdo puedes aún aplastarme la cabeza, pero minutos después morirás.
Por lo tanto, dándose cuenta que ambos podrían perder la vida, el Oso y la Serpiente tomaron caminos separados.
De nuestro compañero Geovanni Andrade, 19 años.
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En el reino de los montes regios donde sobresalen hermosos paisajes de montaña y verdes praderas, se encuentra una pequeña villa, ahí entre casas antiguas y caminos sinuosos emerge un gran castillo custodiado por una fiera mitad perro y mitad lobo, es el mas fiel guardián que protege la entrada y aleja a los animales salvajes que en ocasiones bajan de la sierra en busca de alimento y agua.
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Saltar, saltar y saltar.. todo en la vida es saltar y saltar, pensaba un poco angustiado el conejo Harry, que era de hermoso pelaje blanco como la nieve y con una nariz rosada y muy olfateadora que hacia graciosos movimientos al respirar, sus largos bigotes con el viento se mueven tanto que a veces le picaban sus grandes ojos azules y claro muy útiles pues con tanta zanahoria que come tiene una perfecta vista.
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