Yo no comprendía como todos mis antepasados, mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… y los de todos los demás podían estar en tan poco espacio. Estaban allí todos juntos, cuando nosotros, que somos muchos menos necesitamos grandes edificios, y mucho espacio para correr… Vimos la tumba de mi tía Pilar, que había muerto no hace mucho de una grave enfermedad. En su epitafio ponía: «Amó y fue amada por todos.»
Seguimos andando y mi madre me mostró los nichos. Y vi como allí, en cajas de zapatos, se encontraban cerca unos de otros, vecinos que antes no se podían soportar.
Llegamos a un cementerio abandonado. Allí todo era un gran caos, las cosas estaban desordenadas y nadie se acordaba ya de las personas que había allí enterradas, porque no quedaba nadie que las tuviese en su memoria. Aquel lugar me daba escalofríos, miré a mi madre y no parecía asustada, pues si ella no estaba asustada, yo tampoco tenía por qué estarlo. Mi madre se sentó en un banco de piedra. El frío del mármol hizo que un escalofrío subiese por mi espalda y me pusiese los pelos de punta. Pero mi madre no parecía preocupada, así que yo tampoco tenía por qué estarlo. Y tampoco se preocupó mi madre cuando se escuchó un sonido de dos piedras rozando.
Y fue entonces cuando vi que la losa de la lápida que estaba frente a nosotras se estaba moviendo para dejar la tumba abierta. De allí salió lo que quedaba del ser que habitaba aquella tumba y comenzó a leer el epitafio de su tumba: «Murió a los 51 años. Fue honesto, amó a sus personas queridas y murió amado por todos.»
Entonces aquel ser cogió algo del suelo y fue borrando una a una las letras de su epitafio, y cuando hubo terminado sopló y esparció el polvo. Entonces con su huesudo dedo índice comenzó a escribir en la lápida: «Murió a los 51 años» pensé que eso era igual que antes, pero lo siguiente era absolutamente diferente, «pronunció constantes palabras groseras para matar a su padre del que quería heredar, maltrató a su mujer y murió de forma ruin.» Miré a mi madre, pero ella estaba tranquila, así que yo también debía estarlo. Miré a mi alrededor y vi que todo el cementerio se había levantado y estaba escribiendo en sus epitafios la verdad que sus familiares habían querido ocultar u olvidar. Cuando llegué a la tumba de mi tía Pilar ponía: «salió a engañar a su marido, enfermó y murió»
Entonces ya no pude aguantar más y grité: – ¿Qué es todo esto mamá?, ¿Qué está pasando? –
Y vi, al final del cementerio, en una tapia, a una sombra que no había salido de ninguna tumba. Estaba escribiendo algo en la pared. Me acerqué y vi que decía:
«Soy aquella de la que todos hablan y nadie me conoce.
Y porque no me conocen me calumnian,
mientras que aquellos que me conocen callan y no me defienden.
Todos tratan de evitar conocerme,
pero todos acaban recibiendo mi visita.
Y cuando por fin me encuentran descansan.
Pero yo nunca descanso.»
Me encontraron desvanecida y traspuesta en un frío banco de piedra, y así fue como descubrí qué era la muerte.
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