Tomás entonces descansó un poco y se sintió mucho más tranquilo. Nadie le iba a contar a su mamá cuando llegara que se había comido todas las galletas que ella guardaba en la cocina, y podría perfectamente echarle la culpa a algún malvado ratón.
Pero, entonces, cuando volvió de nuevo a poner atención a la televisión, de repente, la bruja lo apuntó a él directamente con su feo y arrugado dedo y con una voz de vieja bruja terrible le gritó: » pórtate bien o si no …» Tomás no podía creerlo y se asustó tanto que cuando llegó su mamá lo primero que hizo fue contarle que él se había comido todas las galletas y quebrado el vidrio de la ventana del comedor.
Él se esperaba un buen reto, pero en vez de eso su mamá le dio un gran abrazo y lo besó. No para felicitarlo por las maldades que había hecho, porque estaban mal, sino porque quería decirle con eso que estaba muy feliz de tener un hijo que fuera honesto y valiente y que se atreviera a decir siempre la verdad.
Y desde ese día Tomás se portó mucho mejor. No hizo más maldades y no le tuvo tampoco más miedo a la bruja de la televisión.
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