Ahora, empieza a moverse. El movimiento de sus cejas responde a un instinto milenario e inexplicable, es señal de que el sol está a punto de desaparecer y se acerca la hora. Esta noche, está especialmente sediento y, mientras allí descansa, ya despierto, con el smoking y la capa forrada de rojo confeccionada en Londres, esperando sentir con espectral exactitud el momento preciso en que la oscuridad es total antes de abrir la tapa y salir, decide quiénes serán las víctimas de esta velada. El panadero y su mujer, reflexiona. Suculentos, disponibles y nada suspicaces. El pensamiento de esa pareja despreocupada, cuya confianza ha cultivado con meticulosidad, exita su sed de sangre y apenas puede aguantar estos últimos segundos de inactividad antes de salir del ataúd y abalanzarse sobre sus presas.
De pronto, sabe que el sol se ha ido. Como un ángel del infierno, se levanta rápidamente, se metamorfosea en murciélago y vuela febrilmente a la casa de sus tentadoras víctimas.
_¿Vaya, conde Drácula, que agradable sorpresa!_ dice la mujer del panadero al abrir la puerta para dejarlo pasar. (Asumida otra vez su forma humana. entra en la casa ocultando, con sonrisa encantadora, su rapaz objetivo.)
_¿Qué le trae por aquí tan temprano?_ pregunta el panadero.
_nuestro compromiso de cenar juntos_ contesta el conde_.
Espero no haber cometido un error. Era esta noche, ¿no?
_Sí, esta noche, pero aún faltan siete horas.
_¿Cómo dice?_ inquiere Drácula echando una mirada sorprendida a la habitación.
-¿o es que ha venido a contemplar el eclipse con nosotros?
_¿Eclipse?
_Así es. Hoy tenemos un eclipse total.
_¿Qué dice?
_Dos minutos de oscuridad total a partir de las doce del mediodía.
_¡Vaya por Dios! ¡Qué lío!
_¿Qué pasa, señor conde?
_Perdóneme… debo… _Debo irme…Hem…¡Oh, qué lío!…_ y, con frenesí, se aferra al picaporte de la puerta.
-¿Ya se va? Si acaba de llegar.
_Sí, pero, creo que…
_Conde Drácula, está usted muy pálido.
-¿Sí? necesito un poco de aire fresco. Me alegro de haberlos visto…
_¡Vamos! Siéntese. Tomaremos un buen vaso de vino juntos.
_¿Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé la bebida, ya sabe, el hígado y todo eso. Debo irme ya. Acabo de acordarme que dejé encendidas las luces de mi castillo… Imagínese la cuenta que recibiría a fin de mes…
_Por favor_ dice el panadero pasándole al conde un brazo por el hombro en señal de amistad_. usted no molesta. No sea tan amable. Ha llegado temprano, eso es todo.
_Créalo, me gustaría quedarme, pero hay una reunión de viejos condes rumanos al otro lado de la ciudad y me han encargado la comida.
_Siempre con prisas. Es un milagro que no haya tenido un infarto.
_Sí, tiene razón, pero ahora…
_Esta noche haré pilaf de pollo_ comenta la mujer del panadero_. Espero que le guste.
_¡Espléndido, espléndido!- dice el conde con una sonrisa empujando a la buena mujer sobre un montón de ropa sucia. Luego, abriendo por equivocación la puerta del armario, se mete en él_. Diablos, ¿dónde está esa maldita puerta?
_¡ja, ja!_ se ríe la mujer del panadero_. ¿Qué ocurrencias tiene, señor conde!
_Sabía que le divertiría_ dice Drácula con una sonrisa forzada-, pero ahora déjeme pasar.
Por fin, abre la puerta, pero ya no le quedaba tiempo.
_¡Oh, mira, mamá_ dice el panadero-, el eclipse debe de haber terminado! Vuelve a salir el sol.
_Así es_ dice Drácula cerrando de un portazo la puerta de entrada_. He decidido quedarme. Cierren todas las persianas, rápido, ¡rápido! ¡No se queden ahí!
_¿Qué persianas?_ preguntó el panadero.
_¿No hay? ¡lo que faltaba! ¡Qué para de…! ¿Tendrían al menos un sótano en este tugurio?
_No_ contesta amablemente la esposa_. Siempre le digo a Jarslov que construya uno, pero nunca me presta atención. Ese Jarslov…
_Me estoy ahogando. ¿Dónde está el armario?
_Ya nos ha hecho esa broma, señor conde. Ya nos ha hecho reír lo nuestro.
_¡Ay… qué ocurrencia tiene!
_Miren, estaré en el armario. Llámenme a las siete y media.
Y, con esas palabras, el conde entra al armario y cierra la puerta.
_¡Ja,ja…! ¡qué gracioso es, Jarslov!
_Señor conde, salga del armario. deje de hacer burradas.
Desde el interior del armario, llega la voz sorda de Drácula.
_No puedo… de verdad. Por favor, créanme. Tan solo permítanme quedarme aquí. Estoy muy bien. De verdad.
_Conde Drácula, basta de bromas. Ya no podemos más de tanto reirnos.
_Pero créanme, me encanta este armario.
_Sí, pero…
_ya sé, ya sé… parece raro y sin embargo aquí estoy, encantado. El otro día precisamente le decía a la señora Hess, deme un buen armario y allí puedo quedarme durante horas. Una buena mujer, la señora Hess. Gorda, pero buena… Ahora, ¿por qué no hacen sus cosas y pasan a buscarme al anochecer? Oh,Ramona, la la la la, ramona…
En aquel instante entran el alcalde y su mujer, Katia. Pasaban por allí y habían decidido hacer una visita a sus buenos amigo, el panadero y su mujer.
_¡Hola Jarslov! espero que Katia y yo no molestemos.
_Por supuesto que no, señor alcalde. Salga, conde Drácula.¡Tenemos visita!
_¿Está aquí el conde?_ pregunta el alcalde, sorprendido.
_Sí, y nunca adivinaría dónde está_ dice la mujer del panadero.
_¡Que raro es verlo a esta hora! De hacho no puedo recordar haberle visto ni una sola vez durante el día.
_Pues bien, aquí está. ¡Salga de ahí, conde Drácula!
_¿Dónde está?_ pregunta Katia sin saber si reír o no.
_¡Salga de ahí ahora mismo! ¡Vamos!_ La mujer del panadero se impacienta.
_Está en
el armario_ dice el panadero con cierta vergüenza.
_¿No me digas!_ exclama el alcalde.
_¡Vamos!_ dice el panadero con un falso buen humor mientras llama a la puerta del armario_. Ya basta. Aquí está el alcalde.
_Salga de ahí conde Drácula_ grita el alcalde_. Tome un vaso de vino con nosotros.
_No, no cuenten conmigo. Tengo que despachar unos asuntos pendientes.
_¿En el armario?
_Sí, no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen: Estaré con ustedes en cuanto tenga algo que decir.
Se miran y se encogen de hombros. Sirven vino y beben.
_Qué bonito el eclipse de hoy_ dice el alcalde tomando un buen trago.
_¿Verdad?_ dice el panadero_. Algo increíble.
_¡Díganmelo a mí! ¡Espeluznante!_ dice una voz desde el armario.
_¿Qué Drácula?
_Nada, nada. No tiene importancia.
Así pasa el tiempo hasta que el alcalde, que ya no puede soportar esa situación, abre la puerta del armario y grita:
_¡Vamos, Drácula! Siempre pensé que usted era una persona sensata. ¡Déjese de locuras!
Penetra la luz del día; el diabólico monstruo lanza un grito desgarrador y lentamente se disuelve hasta convertirse en un esqueleto y luego en polvo ante los ojos de las cuatro personas presentes. Inclinándose sobre el montón de ceniza blanca, la mujer del panadero pega un grito:
_¡Se ha fastidiado mi cena!
Fin.
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles