– ¿Por qué lloras cuervito?-preguntó tiernamente la Luna-
– ¿Me ayudarías a reparar un terrible error?-dijo entre sollozos el cuervo-
-Ten por seguro que si puedo ayudarte lo haré -respondió la Luna- ¿cómo te llamas cuervito?
-Ozturk es mi nombre
-No llores más Ozturk-decía la Luna mientras abrazaba al ave con sus más tenues rayos de luz-que no estás sólo, me tienes a mí; ahora cuéntame ¿ de qué error hablas?
-Verás-comenzó a contar Ozturk- tú sabes que nosotros los cuervos somos curiosos y traviesos por naturaleza, pero la parvada ha llegado demasiado lejos ésta vez ¡se robaron una estrella! ¡Luna, se llevaron la estrella que guía al invierno! ¡y ahora el invierno se ha perdido y no sabe a donde ir, así que se ha quedado varado aquí! -al oír estas palabras la Luna comprendió la gravedad del asunto y el porqué de la tristeza y preocupación de Ozturk; ya que si no lograban recuperar la estrella, aquel lugar y todos sus habitantes se congelarían sin remedio –
Por unos instantes la Luna se quedó muda, y su silencio hizo que el cuervo se sintiera tan culpable que intentó atravesar las nubes para perseguir a su parvada, pero en cuanto comenzó a volar dentro de los nubarrones la espesa nieve comenzó a cerrarse a su alrededor y sintió que perdía todas sus fuerzas hasta que ya no pudo sentir sus alas y se dejó caer, pero en aquel momento el viento que todo lo había visto se apresuró a envolver a Ozturk en una suave brisa depositándolo cuidadosamente en el suelo .
-Cuidado pequeño-dijo el viento-es peligroso intentar atravesar el invierno, además no sabemos a dónde ha ido tu parvada
-Si me ayudan a atravesar las nubes-decía Ozturk-sé que puedo encontrarlos
-No lo sé cuervito-respondió el viento-el mundo es demasiado grande y tú eres demasiado pequeño
-Incluso los seres más pequeñas encierran enormes poderes-interrumpió la Luna-yo creo en ti Ozturk, sé que los encontrarás.
-Supongo que si no lo intentamos jamás lo sabremos-dijo entusiasmado el viento-
-Párate en la rama más alta que puedas Ozturk-ordenó la Luna-y ahora tú mi querido amigo viento, quiero que lo envuelvas en una brisa cálida y resistente, y ahora Ozturk voy a bañarte con toda la intensidad de mi luz y en cuanto te veas rodeado de ella deberás volar a través de las nubes, y recuerda que no estarás sólo.
Cuando el cuervo se vio envuelto en aquella brillante ráfaga de luz se sintió más fuerte que nunca y desplegando sus alas se enfiló hacia la espesura de las nubes invernales; esta vez el frío y la nieve le habrían paso y la oscuridad se hizo brillante.
– ¡Sigue adelante Ozturk!-gritaban emocionados sus amigos- ¡ya casi lo logras!
En poco tiempo el cuervo por fin había logrado atravesar las nubes y el resplandor plateado que lo rodeaba comenzó a desvanecerse.
– ¡Lo lograste pequeño!-gritaba la Luna-
– ¡Bien hecho cuervito!-exclamaba el viento- ¡parecías una estrella! -las palabras del viento hicieron eco en el corazón de Ozturk y repentinamente en enorme deseo comenzó a crecer en su interior -una estrella-pensó Ozturk-que hermoso sería convertirme en una estrella-pero guardó ésos pensamientos en lo más profundo de su ser; y así, los tres amigos siguieron su camino en busca de la parvada.
Después de haber viajado varios días llegaron a calurosos y vastos parajes cubiertos de arena que no mostraban muchas señales de vida.
– ¿Estás seguro cuervito que aquí encontraremos a tus compañeros?-preguntó ansioso el viento-porque ya he estado aquí y jamás he visto a ningún cuervo.
-Bueno-titubeó Ozturk-completamente seguro…no estoy.
-Creo que estamos perdiendo el tiempo-se quejó el viento.
-Tal vez tengas razón-dijo entristecido el cuervo-
– ¡No digas eso!-interrumpió la Luna- creo en ti Ozturk, y tú también debes hacerlo y confiar en tus instintos y en tu corazón, jamás debes dudar de ti, si nos has traído hasta aquí es por una razón, tu corazón no puede equivocarse; ahora anda, muéstranos el camino.
El pequeño cuervo se armó nuevamente de valor y emprendió el vuelo adentrándose en los paisajes de interminable arena; ya caía la noche cuando a lo lejos se divisaban las enormes e imponentes ruinas de una antiquísima cuidad.
– ¡Aquí es!-gritaba emocionado Ozturk- ¡aquí es!
– ¿Estás seguro pequeño?-decía el viento-
– ¡Tiene que ser aquí!-gritaba a todo pulmón Ozturk-
-Adelante cuervito-dijo la Luna, yo iluminaré el camino.
Aquellas ruinas eran verdaderamente imponentes y los angostos pasillos se entrelazaban de tal forma que era sencillo perderse, pero la determinación de Ozturk los guió a un enorme salón que parecía desierto, el silencio era sepulcral y la poca luz de Luna que lograba colarse por entre las rendijas creaba sombras de fantásticas figuras fantasmales que hicieron al mismísimo viento encresparse como gatito asustado, y aún así, Ozturk permaneció inmutable, escudriñando cada rincón con su aguda vista, ni los extraños ruidos, ni horroríficas penumbras lograron asustarlo; y al cabo de unos minutos descubrió entre exóticas vasijas y cofres repletos de exquisitas joyas, el brillo de cientos de ojitos espiando cada movimiento y cada sonido desde los oscuros rincones de aquel místico lugar.
– ¡Ya es suficiente!-graznó Ozturk- ¡sé que están ahí! ¡no sean cobardes y den la cara!-su grito hizo eco en el enorme salón, y todos los cuervos salieron de su escondite sorprendidos de ver ahí al pequeño Ozturk, parecía verse diferente, aunque era el mismo cuervito al que todos menospreciaban e ignoraban de alguna manera se veía mas fuerte, más grande, imponente-
– ¡Ozturk! ¿Eres tú chiquillo?-dijo titubeante el líder de la parvada- ¡esto sí que
es una sorpresa! Nunca pensé que pudieras seguirnos el paso, me alegro por ti.
– ¡No tienen idea del enorme problema que han causado!-reclamó Ozturk-deben devolver la estrella que se han robado, si no lo hacen el invierno seguirá perdido y comenzará a congelarlo todo ¡han cometido un grave error!
-Lo sentimos-dijeron todos los cuervos al unísono-no era nuestra intención robar ésa estrella, ni mucho menos enloquecer al invierno, sólo queríamos tomar la prestada por un ratito, la necesitábamos para encontrar éste lugar ¡mira encontramos muchos tesoros! ¡son tan lindos! ¡mira, mira cómo brillan! Además Ozturk, ya que estás aquí puedes tomar tu parte del tesoro…
– ¡Ya basta de tonterías!-gritó enfurecido el viento- ¡devuelvan la estrella ahora mismo o les juro que les arranco las plumas una a una!-la parvada, asustada, comenzó a revolotear y graznar como locos por todo el lugar-
– ¡Suficiente!-ordenó Ozturk- ¡quédense quietos y guarden silencio! -de inmediato la parvada obedeció cómo si hubieran recibido órdenes del líder-así está mejor -continuó el cuervito-ahora entreguen la estrella para regresarla a su lugar
-Eso quisiéramos Ozturk-dijo el líder de la parvada-pero me temo que hay un ligero inconveniente…
– ¿Acaso la perdieron?-dijo el viento mientras acorralaba a la parvada de un soplido contra la pared-
– ¿Perderla?-dijo el líder- ¡no! ¡no! No seríamos tan irresponsables, no…lo que sucede es que hmmm, verán, como que se dañó…un poquito…
– ¡Mas bien ya no sirve!-gritaron los demás cuervos-
– ¡Si eso!-exclamó el líder- ¡exacto! Ya no sirve, se…se… ¡se descompuso!
– ¿Cómo es eso?-preguntó angustiado Ozturk-
-pues sí cuervito, es que con el ajetreo del viaje y luego esto de buscar tesoros en las ruinas y todo eso, pues…verás, se nos cayó un par de veces, pero luego se cayó otra vez y como que se rompió…
– ¡Tratamos de arreglarla!-gritaron los demás-
– ¡Sí, es cierto, lo intentamos-decía el líder-pero los pedazos son tan chiquitos que no se pueden armar, ni pegar, ni coser…es que son tan pero tan chiquitos…
– ¡Sí!-gritó la parvada-mas bien quedó hecha polvo
– ¡Si! ¡eso, polvo! ¡Y pues imagínense cómo es difícil tratar de armar polvo! ¡no se puede! Pero sí juntamos el polvito y lo pusimos cuidadosamente en un jarrón muy bonito que encontramos, si quieres te lo puedes llevar, pero por favor ten mucho cuidado, no se te vaya a caer.
Ozturk se quedó mirando el jarrón que contenía a la pobre estrella pulverizada mientras que el viento convirtiéndose en un pequeño tornado vociferaba: ¿Polvo? ¿Polvo? ¡Yo los desplumo ahorita mismo!
-Por favor, tranquilízate viento, digo, está bien que se nos rompió la estrellita ésta, pero no es como si fuera el fin del mundo, total, nada más hay que ver el cielo para saber que no era una estrella única, si, hay millones allá arriba viento ¡millones!
-Es cierto que hay millones de estrellas cuervo-dijo la luna iluminando con más fuerza, sin embargo cada una de ésas estrellas tiene un propósito y cada una de ellas es única, lo que han hecho es terrible.
-Lo lamentamos profundamente Luna-decía el cuervo líder mientras bajaba avergonzado la cabeza-te rogamos nos disculpes
– ¿qué vamos a hacer ahora Luna?-preguntó el viento- ¿cómo vamos a guiar al invierno? La estrella ya no existe.
-La estrella sigue ahí-dijo la Luna- una estrella rota, quizá aparente haber perdido su brillo, sus alas, su libertad, pero toda su magia y su poder siguen allí.
Ozturk y la Luna intercambiaron la mirada un momento y el pequeño cuervo pregunto: ¿es posible Luna?
-todo es posible si realmente lo quieres Ozturk.
El viento, y los demás cuervos se preguntaban de qué estaban hablando la Luna y el cuervito, el silencio cayó sobre las ruinas como si nunca hubieran sido descubiertas y en ése momento el pequeño Ozturk se introdujo en el jarrón que contenía el polvo estelar y éste comenzó a adherirse a su plumaje hasta que el cuervito se vio nuevamente envuelto en aquel dulce resplandor, como cuando atravesó el invierno; repentinamente sintió una fuerza que nunca antes había experimentado, y aquella fuerza parecía acrecentarse con la intensidad del fulgor de su nuevo plumaje blanco.
Todos alrededor del jarrón contenían la respiración hasta que Ozturk por fin salió iluminado por completo aquel lugar como si estuviera bañado por el amanecer.
– ¿Ozturk?-preguntó el viento- ¿eres tú?
– ¡Soy una estrella amigo viento, ahora sí soy una estrella!
-Estamos a tus órdenes Ozturk-dijeron los cuervos haciéndole reverencia-
-No hace falta que hagan esto amigos-respondió el cuervo blanco-el error cometido ha sido reparado.
Dicen que cuentan que desde aquel momento y hasta nuestros días Ozturk, el cuervo blanco, guía el sendero del invierno trayendo la algarabía de las fiestas consigo, cediendo paso a la primavera, e iluminando los sueños de los pequeños, como tú, como yo, para hacernos saber que en nuestro interior hay un poder avasallador que incluso puede hacer brillar la más densa oscuridad.
De nuestra compañera Elizabeth Segoviano.
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles