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El Bosque de las Hadas

Érase una vez dos niñas de 11 años, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazón; por el contrario Yaisa era una pésima estudiante y bastante creída.

Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería.

Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas.

Los padres de Yaisa se habían opuesto a esta amistad pero nada pudieron hacer ante el empeño de las chicas de seguir siendo amigas.

Como había dicho antes Jennifer vivía al lado del bosque azul. Este bosque era llamado así por los lugareños, ya que una gran cantidad de mariposas azules habitaban en él.

Muchos creían que esas mariposas eran en realidad ninfas y que se apoderarían de todo aquel que se adentrará en el bosque al anochecer.

Esta maldición era alimentada desde hacía muchísimos años, cuando desapareció una chica en el bosque y nunca se supo nada de ellas.

Se organizaron batidas en el bosque y no se halló rastro de ella, ni siquiera sus huesos u objetos personales aparecieron, por lo que se descartó que fuera comida por las alimañas.

Este suceso hizo que naciera la leyenda del bosque azul, leyenda que duraba hasta nuestros días, pasando de generación en generación.

Una tarde Yaisa propuso ir al bosque.

– ¡No!, es peligroso. – respondió Jennifer.
— ¿Porqué?, ¿Tú crees el cuento ese?-.
– Umm… Sí, una vez se lo oí contar a mi abuelo -.
– Eso son mentiras, lo que pasa es que tienes miedo y no lo quieres reconocer.-
– ¡¡No tengo miedo!!
– Sí que lo tienes, ¡¡Eres una cobardica!!
– ¡No soy cobarde! Esta bien iremos, pero me tienes que prometer que volveremos antes del anochecer.-
– Esta bien, lo prometo.-

Mientras entraban en el bosque Jennifer se iba arrepintiendo de haber aceptado.

-¿Y si fuera verdad la leyenda?. ¿Y si no veo más a mis padres?- pensaba.

-Oye Yaisa, me vuelvo a casa.-

– ¿Qué?-
– Que paso, lo siento me voy –
– Venga ya, si estamos dentro, me vas a dejar sola ahora.
– Si, me voy. ¿Vienes?
– Esta bien me voy contigo.
– Bienvenidas a mi reino.
– ¿Quién ha dicho eso?
– Yo no he sido- contestó Yaisa asustada.
– ¡¡Allí arriba!!! – exclamo Jennifer.
– ¡Pe.. pero qué es eso!

Miraron hacia arriba y vieron a un ser etéreo que se mantenia suspendida en el aire. Alrededor suyo cientos de mariposas azules con una extraña forma humana la iluminaban y le daban un aspecto tétrico a la figura.

-¿Quién eres?.

– Soy Ethea, reina de este lugar, seguramente me conoceréis por el hada de los bosques. Las mariposas son Suthereis, son mis ninfas. ¿Qué hacéis aquí?
– Nada, solo pasamos a jugar un poco, pero ya nos íbamos.
– A jugar, eh. Ajá, os propongo yo un juego.
– Haber díganos.
– De las dos la que me traiga el objeto que pese menos ganará y será conducida fuera del bosque, la perdedora se quedará conmigo para siempre y será convertida en una hermosa mariposa azul.
– Señora, no nos puede hacer eso- suplicaron al unísono las dos chicas.
– ¿Porqué? Habéis invadido mi reino y esta es la única forma de salir. Todas estas mariposas eran personas como vosotros que osaron entrar. Ellas fueron perdedoras. Tenéis una hora. Id cada una en dirección opuesta y traedme ese objeto. El tiempo empieza ya.
– No, Yaisa no te muevas tengo la solución.
– Venga Ya. Solo quieres ganarme, pero yo conseguiré arrebatarte ese honor. Tú te quedarás aquí- Contestó enfurecida Yaisa.

Yaisa salió corriendo dirigiéndose a la izquierda, mientras que Jennifer se quedó quieta.

– ¿Dices que tienes la solución? Espero que sea así, aunque dentro de una hora saldremos de duda.

El tiempo pasó inexorable y al cabo de una hora, Yaisa fue traída en volandas por las ninfas.

– Bien, que tenéis.
– Yo, esta pluma, ligera como el viento. – Gritó entusiasmada Yaisa.-
– ¿Y tú?
– Yo, aquí lo tenéis- y cerrando el puño se lo entregó al hada.
– Pero es una broma, aquí no hay nada.-
– Si que lo hay. Hay aire. Ese es mi objeto. Más ligero que él no hay nada.
– ¡Ingenioso!- Exclamó el hada. He aquí mi decisión.
– Tú Yaisa, para ganar me has traído efectivamente un material muy ligero pero has tenido que matar un pajarillo. Has agredido a la naturaleza. Tu Jennifer, en cambio has conseguido el material más ligero que existe sin agredir el entorno. Jennifer eres libre de irte.
– ¡No! Quiero que mi amiga se vaya, prefiero quedarme yo.
– Me sigues sorprendiendo. ¿Cambias tu vida por la de tu amiga?-
– Sí, ella es hija única, yo en cambio tengo 2 hermanos más, además durante el resto de mi vida no me perdonaría que deje a mi amiga aquí.-
– Jennifer, perdóname. Yo solo he pensado en mí y tú en cambio das tu vida por la mía. No puedo aceptarlo, he perdido y me quedo.
– ¡Increíble!, en mis 500 años de vida es la primera vez que me ocurre algo parecido. Después de esto, creo que las dos merecéis iros a casa. Podéis marchad.-
– Gracias, señora- Contestaron al unísono.
– Podéis volver cuando queráis. Habéis aprendido la lección más importante de vuestra vida. Vuestra amistad os ha salvado.-

Las dos chicas volvieron a casa y siguieron siendo amigas durante toda su vida.

FIN.