Había una vez un niño que vivía en una casita en la montaña con sus padres, su casita estaba bastante alejada del pueblo, vivían allí por que todo el mundo se reía del niño y los padres decidieron irse lejos del pueblo para que nadie se reirá de él.
El motivo por el que todos los demás se reían era por el aspecto que tenía el niño, pues se trataba de un niño con las cejas muy juntas y mucho pelo, la nariz muy larga y con unos dientes muy grandes que no le dejaban cerrar la boca.
Cuando los demás le veían se dedicaban a insultarle y reírse de él llamándole «Tonto».
Sin embargo, él no era tonto, era muy inteligente y de buen corazón, le gustaban mucho los animales y siempre andaba por el bosque observándoles y cuidando de aquellos que estuvieran heridos. También le gustaba mucho leer, se pasaba casi todo el día leyendo libros. Un día sus papas le regalaron un libro que se titulaba » La vida en el Circo», en este libro se contaban las aventuras que vivían los Trapecistas, los Payasos, los Domadores… Y Bruno que así se llamaba quedo fascinado, le gusto tanto que se pasaba el día soñando con la vida del circo, imaginando como vivirían sus habitantes, sobre todo como sería la vida de un Domador de Circo.
Le gustaba tanto la idea de ser Domador que decidió ir practicando y con la ayuda de sus perritos, comenzó a trabajar.
Paso el tiempo, y de pronto un día algo sorprendente ocurrió. Bruno estaba jugando con sus perritos cuando llego su papá y muy contento le dijo: » Te traigo una buena noticia, algo que se que te gustará mucho, ha llegado al pueblo un CIRCO. Bruno no se lo podía creer, porque a aquel pueblo nunca había ido un circo, se puso a saltar de alegría, pero de pronto se quedo muy triste, porque sabía que se bajaba al pueblo todos se iban a reír de él. Sin embargo tantas eran sus ganas de ver el circo que decidió que sería valiente y que aunque se reirán de él, no les iba a hacer caso.
Así que al día siguiente bajo al pueblo con sus papas y con gran entusiasmo observó como empezaba la función.
Bruno, casi no respiraba de la emoción, los Trapecistas volaban en lo alto, de pronto parecía que se iban a caer, pero enseguida volvían a subir otra vez hasta lo más alto y todos aplaudían contentos de que no les hubiera pasado nada, los Malabaristas hacían unas piruetas increíbles y los Payasos eran estupendos y muy graciosos, todo el mundo se reía con ellos. La función iba a terminar y Bruno se dio cuanta de que en aquel circo no había Domador, entonces en un ataque de valentía salto al centro de la pista y la pidió al director del Circo que le dejara actuar a él como domador. El director que era un hombre muy bueno, le dejo. Bruno llamo a sus perritos y estos enseguida corrieron a su lado, la gente estaba muy sorprendida y todos empezaron a reírse diciendo: » Pero que hace, si es el tonto que vive en la montaña». Bruno decidió no hacer caso y seguir adelante con su número. La música empezó a tocar y Bruno comenzó a dirigir a sus perritos, los perritos a las ordenes de Bruno saltaban, daban vueltas y pasaban por un aro.
Toda la gente que esta viéndole, se quedaron con la boca abierta y se dieron cuenta de que era un gran chico y todos se sintieron culpables por haberle tratado tan mal.
Cuando termino de actuar todos se pusieron de pie aplaudiendo y gritando: » BRAVO, BRAVO!!!!». Sus papas muy contentos corrieron a abrazarle.
En aquel pueblo desde entonces nunca más se volvió a discriminar a nadie, ni a reírse de alguien porque fuera diferente, la gente del pueblo se dio cuenta de que todos somos especiales y diferentes y que debemos acertar a todos las personas.
Bruno y su familia se quedaron a vivir en el pueblo, donde todos los querían y donde Bruno hizo un montón de amigos. Pasados unos años, pudo ver su sueño hecho realidad, comenzó a trabajar en un circo como Domador y se hizo muy famoso.
FIN
Categoría: Cibercuentos, Cuentos Infantiles y Juveniles