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Abr.2008
Le dijo un día un cervatillo al ciervo:
— Padre, eres mayor y más veloz que los perros y tienes además unos cuernos magníficos para defenderte; ¿por qué huyes delante de ellos?
El ciervo respondió riendo:
— Justo es lo que me dices, hijo mío; mas no sé lo que me sucede, pero cuando oigo el ladrido de un perro, inmediatamente me doy a la fuga.
Cuando se tiene un ánimo prudente y temeroso, no hay razón que pueda cambiarlo.
Categoría: Cibercuentos, Fábulas sobre la Prudencia