Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina Estrella!
Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.
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No prestaba la menor atención al sol ni a la dulzura del aire, ni ponía interés en los niños campesinos que pasaban charlando por el sendero cuando salían a recoger frutillas.
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Etiqueta alegre, Hans Christian Andersen, infantil, navidad, niñas, niños, nochebuena, Pino
de la Navidad,
tu cimera verde
nos dé claridad
y alegría y triunfo
en la tempestad:
Árbol luminoso
de la Navidad.
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Etiqueta cuento, fotografia, infantil, navidad
Podría decir de este cuento que así fue, porque así me lo contaron, pero… a los hechos me remito. Como sabéis en Laponia, donde vive Papá Noel, hace un frío terrible, te castañetean los dientes, algunos días se te pegan las pestañas, de los techos de las casas cuelgan unas incisivas y larguísimas estalactitas. En fin…, cabe imaginar que en lugar tan maravilloso como inhóspito, las ardillas usan guantes; los lobos, lustrosas botas de cuero; y los renos, unos graciosos gorros rojos con orlas blancas, que acaban en su punta con una gracioso pompón. ¡Pero qué os voy a contar que no sepáis! O… ¿no sois vosotros de los primeros en salir hacia los mercadillos navideños de las plazas de vuestros pueblos y ciudades, y allí miráis encantados las figuras de Belén, las zambombas, las bolsas de confeti, la nieve artificial… hasta que… lo inevitable, volvéis al hogar con uno de esos maravillosos gorros rojos y blancos sobre vuestras cabezas.
Y mientras Dios no los llamara para ningun mandado, los angeles jugaban a la escondida por el cielo o remendaban nubes rotas.
Una tardecita de verano el angel estaba pintando una nube con acuarela, cuando de pronto oyo la gran voz de Dios:
-Ángel. . .hijito mio. . .¿me oyes?.
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Su nombre era Mrs. Thompson. Mientras estuvo al frente de su clase de 5o. grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira.
Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Teddy Stoddard.
Mrs. Thompson había observado a Teddy desde el año anterior y había notado que el no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba darse un buen baño.